Se cumplen los diez años de la entronización de Alberto de Mónaco… ¿Cómo ha cambiado la vida de los Grimaldi en todo este tiempo?
Hay acontecimientos que marcan un antes y un después. La entronización de Alberto de Mónaco en 2005, tras la definitiva partida del príncipe Raniero, fue uno de esos que dan la vuelta a la vida como a un guante mojado: a la oficial, por descontado, y a la personal, en determinados aspectos también. Han pasado diez largos años de aquellos días y un universo de pequeñas y no tan pequeñas cosas para los Grimaldi, que en próximas semanas -concretamente durante el fin de semana del 11 y 12 de julio- se reunirán en torno al cabeza del Principado para celebrar el décimo aniversario de su ascenso al trono con una "fiesta dedicada a toda la familia monegasca".
Más que una fiesta será un fiestón con varias actividades especialmente pensadas para el disfrute de todos los monegascos. El programa de espectáculos incluye un concierto de Lady Gaga y Tony Bennett fijado para el 4 de julio; un show del comediante francés Gad Elmaleh -pareja de Calorta Casiraghi, padre de su hijo Raphaël y a estas alturas un miembro más de la familia-, que dará una función de su espectáculo a beneficio de la gran causa contra el sida de la princesa Estefanía, y por si pareciera poco los príncipes Alberto y Charlene obsequiarán a sus conciudadanos con un concierto gratuito que tendrá a Robbie Williams, Lemar y Justin Caldwell como estrellas invitadas.
Los actos centrales tendrán ocasión el sábado 11 de julio. Alberto II y Charlene de Mónaco presidirán desde las 16:00 a las 19:00 horas en la Plaza del Palacio un cóctel con música o un concierto con brindis en el que actuarán la joven cantante monegasca Olivia Dorato, los percusionistas Dulumba y la banda de rock and roll Miss América. Será entonces cuando el Alcalde de Mónaco, Georges Marsan, entregará el regalo a la pareja real por el bautizo de sus mellizos, el príncipe heredero Jacques y la princesa Gabriella, ahora de 6 meses. Se espera que en uno u otro acto comparezcan también los demás Grimaldi como hace una década. Exactamente como hace una década no. Porque en estos diez años la foto de grupo ha cambiado con varias incorporaciones y alguna ausencia. ¿Qué ha pasado en este tiempo?
Alberto de Mónaco encuentra la Princesa perfecta
Ascendía al trono con 47 años y apoltronado en la soltería. No tardó, sin embargo, en cumplir lo prometido durante el discurso de su coronación: el país modélico y la nueva Familia Principesca. El Príncipe anunció que la transparencia sería la pauta que regiría su reinado y, dando ejemplo, empezó por sí mismo como suele decirse a aplicarse el cuento. Así que, en el plazo de diez meses, el soberano monegasco confirmó dos paternidades. Primero, en julio de 2005, reveló la del pequeño Alexandre, fruto de su relación con Nicole Coste -una ex azafata togolesa-. Y después, tras 14 años de silencio, "reconoció públicamente", en palabras de su abogado y amigo, Thierry Lacoste, la de su hija (entonces adolescente), Jazmin Grace Rotolo, que tuvo con Tamara Rotolo, ex camarera californiana. Según Lacoste, el soberano había querido proteger la identidad de la joven, pero "la situación se había convertido en insostenible para ella" después de que los paparazzi descubrieran la noticia. Ninguno tiene derechos dinásticos por haber nacido fuera del matrimonio, pero ambos son herederos de su fortuna personal, de modo que el Principado se ocupa de su manutención y protección.
Nada más heredar la Corona se comprometió también a dar a Mónaco la Princesa perfecta. La nadadora Charlene Wittstock, tras la más esperada de las Bodas Reales, acabó convirtiéndose en una nueva Grace para el Principado. La pareja real se conoció durante los Juegos Olímpicos de Sídney en el año 2000, cuando él era un príncipe de 42 años y ella una campeona olímpica de natación de origen sudafricano, pero su relación no comenzó hasta años más tarde y aún no se hizo pública hasta que en el año 2006, con ocasión de los Juegos de Invierno de Turín, en Italia, aparecieron juntos por primera vez colmándose de besos y gestos de cariño en una tribuna repleta de espectadores. Unas imágenes que fueron captadas por los fotógrafos y dieron la vuelta al mundo. Era el principio de un nuevo capítulo de la Historia del Principado, en el que tampoco han faltado herederos: los príncipes mellizos Jacques y Gabriella, que sí son beneficiarios de los derechos al trono.
Carolina de Mónaco: la conquista de la felicidad en la madurez
La princesa Carolina era una mujer casada, pero probablemente ya no era una mujer feliz en la coronación de su hermano. Las lágrimas de la princesa, durante la misa Te Deum que tuvo lugar aquel 12 de julio con motivo de la entronización del príncipe Alberto, fueron el contraste de unas celebraciones felices y festivas para el Príncipado de Mónaco y para algunos un claro indicio de que la princesa de Hannover pasaba por una complicada situación personal y familiar. Su relación con Ernesto de Hannnover comenzaba a hacer aguas por la rebeldía del príncipe a la hora de seguir los consejos médicos. La princesa Carolina luchó cuanto pudo por mantener a flote su matrimonio con el príncipe Ernesto. Esfuerzos que no llegaron a buen puerto y en septiembre de 2009 desembocaron finalmente en ruptura. La princesa, que había sido coronada con los títulos y las joyas de los Hannover tras su enlace en 1999 y con el nacimiento de su cuarta hija, la princesa Alejandra, vivió serena su último desamor. Hoy es feliz: ha encontrado la felicidad en la de sus hijos y en la de sus nietos.
Los Casiraghi: amour, amour
Los chicos de Carolina de Mónaco crecieron... y hoy tienen -o están a punto de tener- su propia familia. Andrea Casiraghi, el primogénito de la princesa Carolina en quien la rebeldía y el no compromiso parecían literalmente unidos, sí que quiso comprometerse en toda regla con Tatiana Santodomingo prácticamente desde el principio de su relación. Al año, sorprendió que el joven aristócrata aprovechara las celebraciones de entronización de su tío Alberto II —un día histórico — para presentarla oficialmente a los ciudadanos de Mónaco. A los invitados a las celebraciones del advenimiento del príncipe Alberto, quienes la descubrieron como una Grimaldi más, con un precioso vestido blanco y un fular rojo cruzado sobre el pecho —los colores del Principado — de la mano de su novio, Andrea, moviéndose con toda naturalidad entre ellos... Hablando con Carolina y el Príncipe de Hannover sin titubeos. Con el aplomo de una princesa de cuna y sangre. La pareja llegó a ser una promesa de continuidad de la Corona en caso de que el príncipe Alberto no encontrara la princesa prometida. La encontró. Así que la pareja esperó su turno por orden de protocolo y coronó su historia también con doble boda y con la parejita.
Carlota Casiraghi vivía entonces el despertar al amor. Por su inmensa belleza y esa forma de vivir y crecer deprisa, galopando sobre los años, los medios de comunicación habían presagiado para Carlota una vida salpicada de amores. Pero tan solo Alex Dellal, con el que mantiene la amistad, es digno de mención hasta la llegada del amor verdadero con Gad Elmaleh. No ha habido aún boda, pero sí un hijo, el pequeño Raphaël, que colma de felicidad a la pareja sin necesidad de papeles. Por el momento.
De casta les viene a los Casiraghi el atractivo y el don de seducción. Pierre, el tercer hijo de la princesa Carolina de Mónaco, no ha sido la excepción. El joven, que mostraba durante su adolescencia el look más intelectual y dulce de la Familia Real monegasca, con sus gafitas a lo Harry Potter, siguió los pasos de sus hermanos mayores, Andrea y Carlota, y se convirtió, como por uno de los hechizos del popular mago, en todo un galán. Así que también ha compartido adjetivo de familia: conquistador. Y lo puso en práctica con descaro, hasta que no pudo sacarse de la cabeza ni del corazón a la que, después de seis años de relación, en próximas semanas se convertirá en su esposa: la condesa y aguerrida periodista de investigación Beatrice Borromeo.
Estefanía de Mónaco: sus hijos y su cruzada contra el sida son su vida
La princesa rebelde se reformó. Después de sus dos matrimonios fallidos con su exguardaespaldas Daniel Ducruet -padre de sus hijos mayores, Luis y Paulina- y con el artista circense Adan Peres; de sus varias historias con príncipes rana -el guardaespaldas Jean Gottlieb, con el que tuvo a su hija pequeña, Camille; el domador y propietario de circo Franco Knie, con el que durante un tiempo vivió en las instalaciones circenses junto a sus hijos, o el camarero Mathieu, el mismo hombre con quien fue fotografiada días antes del ingreso del príncipe Raniero en la UCI y después de su fallecimiento- encontró su norte y al final la ansiada estabilidad que se le resistía. Ahora sus tres hijos y su cruzada contra el sida son su vida.
Luis y Paulina Ducruet y Camille Gottlieb se lo ponen fácil: "Son muy buenos hijos". Ausentes habituales de las citas sociales, interrumpen su retiro público solo para apoyar las causas maternas. Cuando la princesa Estefanía no les reclama para acompañarla a su queridísimo circo o a cualquier cita benéfica contra el sida, se ocupan y preocupan de lo suyo que no es otra cosa que su futuro profesional. Camille Gottlieb, que se ha decantado por la fotografía y estudia en el Centro de Prensa de Mónaco, ya ha hecho sus primeros pinitos con la cámara cubriendo el último Grimaldi Forum, mientras que Paulina Ducruet, tan admirada y guapa como su prima Carlota Casiraghi, lo que le ha reportado su primer contrato como imagen de la firma cosmética monegasca Lancaster en Asia, abandonó Mónaco el pasado mes de marzo para instalarse en Nueva York, donde está estudiando moda. Lo que implica estar lejos de sus seres queridos y también vivir su relación con Maxime Giaccardi a distancia. Eso ahora, dentro de otros diez años cambiará la historia.