El doble Bautizo Real de Jacques y Gabriella de Mónaco
Doble Bautizo Real, doble celebración, doble alegría. La mañana se ha levantado dispuesta a realzar el gozo que invadía hoy el Principado por la gran ceremonia que acontecía y un ardiente sol de mayo ha relumbrado, si no de principio a fin, al menos sí en los momentos claves de esta memorable jornada en la que, después de cincuenta y seis años, Mónaco asiste al bautismo de un nuevo heredero al trono junto al de su hermana melliza.
El colorido de las numerosas banderas, de los escudos, de las preciosas 6.000 flores blancas -calas, lirios, rosas...- que adornan el trayecto desde el Palacio de los Grimaldi hasta la engalanada catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción...; la multitudinaria concentración de visitantes y ciudadanos armados con móviles y cámaras para capturar la imagen del día; los carabineros de Mónaco con el uniforme de gala, y la presencia de los grupos floclóricos del Principado, así como de los venidos ex profeso para sumarse a los festejos, en razón a los títulos de los mellizos -marqués de Baux del príncipe Jacques y condesa de Carladés de la princesa Gabriella-, dan la nota de la solemnidad del histórico día.
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La basílica, conocida también como catedral de San Nicolás, por estar edificada en el lugar donde se ubicaba la antigua Iglesia de San Nicolás, se llena con un continuo goteo de invitados hasta completar los cerca de 700. La princesa Carolina, elegantísima como no podía ser de otra manera en ella, con un vestido de color lila con pamela XXL a tono, es el primer miembro de la Familia Real monegasca en entrar en el templo cuando prácticamente la mayoría de los asistentes ya se encuentran en el interior. Le acompañan sus hijos Andrea y Pierre Casiraghi, de traje, y la quinceañera princesa Alejandra, muy guapa con un vestido en tono marfil. Ni está su nuera Tatiana Santo Domingo, que hace menos de un mes, la noche del pasado 12 de abril, se convirtió en madre por segunda vez, ni tampoco su hija Carlota Casiraghi. Beatrice Borromeo, prometida de Pierre, parece que ha querido compensar las notables ausencias en cuestión de glamour, con un derroche de elegancia vistiendo para la ocasión un impresionante vestido blanco de manga larga con incrustaciones y sombrero al más puro estilo Grace Kelly. La Condesa seguiría más tarde el oficio religioso entre el resto de invitados, mientras que por protocolo su prometido ha ocupado el lugar reservado para la familia Grimaldi. Poco después han accedido a la basílica la princesa Estefanía y sus tres hijos, Louis y Paulina Ducruet -llegada desde Nueva York expresamente para el gran día- y la pequeña Camille Gottlieb, también dejando el pabellón familiar del estilo bien alto. Después de saludar a Monseñor Barsi, los Grimaldi se han acomodado cerca del altar, frente a los asientos destinados a los soberanos y a los padrinos.
Los minutos se hacen eternos, pero el ceremonial sigue su curso y por fin llegan los citados padrinos de estos pequeños grandes protagonistas, que hoy cumplen además cuatro meses de vida: los del príncipe Jacques, Christopher Le Vine Jr., hijo de uno de los primos hermanos del príncipe Alberto por parte de la princesa Gracia, y Diane de Polignac Nigra, familia de Alberto por parte de su padre, y los de la princesa Gabriella, Gareth Wittstock, hermano de Charlene, y Nerine Pienaar, esposa de François Pienaar, el exjugador de rugby sudafricano que, como capitán de los Springboks, lideró a su selección en su victoria de la Copa Mundial de Rugby de 1995, cuya hazaña y amistad con Nelson Mandela inspiró la película Invictus. Los padrinos aguardan largo rato frente a la entrada de la catedral junto al monseñor Bernar Barsi, Arzobispo de Mónaco y Gran Capellán de Palacio, principal oficiante de la ceremonia. Le acompañan en esta ocasión como concelebrantes el Nuncio Apostólico en Mónaco, representante del Papa, Luigi Travaglino; el obispo de Niza, André Marceau; el obispo de Vintimille-San Remo, Antonio Suetta; el Vicario General, René Giuliano, y los sacerdotes y diáconos de Mónaco.
La primera salva de cañón anuncia a las 10:45 la salida del cortejo principesco del Palacio en dirección a la Catedral del Principado. Los niños, a los que no se les ha vuelto a ver en público desde el 7 de enero cuando se les presentó oficialmente desde el balcón de palacio a los monegascos, aparecen como es tradición en Mónaco en brazos de sus nannys. Dos cuidadoras mellizas -vestidas iguales, con el mismo peinado e idéntico tocado- para dos mellizos. Las niñeras sacan a los bebés de los coches: a la tranquila princesa Gabriella y al más movido príncipe Jacques que, en el momento de salir del vehículo, llora a todo pulmón.
Una ansiosa expectación sobrecoge el templo cuando las trompetas de los carabineros advierten de la llegada de los soberanos en medio de las notas del órgano de la Catedral, del entusiasmo de sus admiradores y del estruendo de las 101 salvas protocolarias. Alberto de Mónaco toma en sus brazos a la princesa Gabriella, con chupete rosa grabado con su nombre para no dejar lugar a dudas, y la princesa Charlene, que viste de Alta Costura de Dior -fiel a su elegancia minimalista, aunque con un toque años 50 muy Kelly-, se encarga del Heredero que lleva en su caso chupete azul con su nombre. Los mellizos van vestidos iguales con sendos trajes de cristianar, de Baby Dior en blanco voile de algodón decorado con puntilla de inspiración vegetal, finas jaretas y encajes de Calais, pero con los monogramas respectivos bordados cada uno en su faldón: dos J en el del príncipe Jacques y dos G en el de la princesa Gabriella.
En un pórtico lateral de la Catedral, convertida para la ocasión en un verdadero jardín de flores blancas, son recibidos por los prelados y por los padrinos. Allí mismo tiene lugar una primera miniceremonia bautismal de diez minutos escasos, en la que se recitan los exorcismos. Tras la cual, precedidos por los oficiantes de la ceremonia y seguidos por los padrinos, los Príncipes y sus mellizos se dirigen hacia el altar mayor, donde se instalan a la derecha de la pila bautismal y frente a los demás miembros de la familia Grimaldi. Comienza entonces la misa con la lectura de la primera carta de San Juan de Andrea Casiraghi, elegida personalmente por la princesa Charlene al igual que la posterior lectura de la madrina del príncipe Jacques, Diane de Polignac Nigra, así como la música que ha sonado desde el gran órgano de la catedral y que ha interpretado el coro, dirigido por Pierre Debat. Y es que la Princesa ha disminuido su agenda oficial para implicarse de lleno en la organización tanto del doble bautismo como de los próximos fastos por el décimo aniversario en el trono de Alberto de Mónaco.
Emoción, lágrimas y besos volados
La emoción se delata visiblemente en el rostro de la princesa Charlene en el álgido momento del rito bautismal, que se ha llevado a cabo en dos etapas para cada niño. El príncipe Jacques, de una calma olímpica pero muy despierto, en brazos de su madre, recibe en primer lugar las aguas bautismales: "Jacques, yo te bautizo, en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Después, le llega el turno a la princesa Gabriella que, en brazos de su padre, permanece igualmente inmutable. Instantes de intensa felicidad que emocionan a la pareja real, muy cómplices en toda la jornada, y que superan a la Princesa, blanco de todas las miradas, de las que ella misma no es siquiera consciente porque tiene los ojos nublados por las lágrimas. Los padrinos asisten igualmente conmovidos a la unción con el Santo Crisma sobre las cabecitas de los mellizos y al encendido del tradicional cirio que portan Christopher Le Vine Jr. y Gareth Wittstock.
Superados los momentos más solemnes de la ceremonia, el dique de los sentimientos también se ha venido abajo y hemos asistido en la Paz a un desbordamiento de muestras de cariño -apretones de manos, fuertes abrazos, miradas cómplices y amplias sonrisas de felicitación- y a una verdadera lluvia de besos volados. Carolina y Estefanía de Mónaco, que se han mostrado muy confidentes y conversadoras entre ellas, han repartido besos y abrazos entre sus hijos y sobrinos, para después dirigir su mirada a los príncipes Alberto y Charlene y dedicarles besos al aire. También los chicos, Andrea y Pierre Casiraghi, han intercambiado gestos cómplices con su tío, el príncipe Alberto. Alejandra de Hannover ha compartido sonrisas y la segunda fila de asientos con sus primas.
Se acerca el final. Una vez ha concluido la celebración religiosa, y han salido del templo los invitados y los miembros de la Iglesia presentes, el Obispo de Mónaco ha dado lectura a un mensaje de Su Santidad el Papa con su bendición a los pequeños y a sus padres, que permanecen con ellos sentados. Luego los soberanos se han situado al pie del altar mayor para proceder a la firma del acta bautismal junto a monseñor Barsi. Mientras, los dos bebés reales, en brazos de sus respectivas niñeras, han protagonizado la imagen más tierna de todo el bautizo: el príncipe Jacques intenta llamar la atención de su hermana, la princesa Gabriella, tirándole de la manga del vestido para que le mirara. Aún antes de salir se han tomado las fotografías de familia. Una imagen creciente: a los Príncipes con los mellizos y el Obispo de Mónaco se han unido a continuación los padrinos, las madrinas y, en un momento dado, las princesas Carolina y Estefanía, tías de los recién bautizados, que no han dudado en acercarse para dedicar unas carantoñas a los príncipes Jacques y Gabriella.
Salen Alberto y Charlene de Mónaco con los recién bautizados y los padrinos y el Principado estalla en vítores. Una gran ovación, el repique de las campanas y las salvas de cañón les han dado la enhorabuena nada más aparecer en el pórtico de la catedral, enmarcado por dos columnas de flores blancas. La ceremonia religiosa ha acabado, pero no la celebración que, después del recorrido a pie de los príncipes Alberto y Charlene hasta Palacio para fundirse en un abrazo con los orgullosos monegascos, continuará en los jardines palaciegos con un cóctel para 300 invitados y un almuerzo para 200 más cercanos, y asimismo en el salón de los espejos del Palacio de los Grimaldi tendrá lugar una ceremonia de condecoración en la que el príncipe heredero Jacques sería distinguido con la Gran Cruz de la Orden de Grimaldi y la princesa Gabriella con la Gran Oficial de la Orden de los Grimaldi.
Tampoco se han terminado los grandes momentos. Después de recibir los honores se les han unido en la escalinata de la catedral los demás Grimaldi, incluida la familia de la princesa princesa Antoinette, hermana del príncipe Raniero para tomarse una gran foto de grupo. Fuimos testigos entonces del romántico gesto de Pierre Casiraghi, que bajó las escaleras para rescatar a su prometida, Beatrice Borromeo, del resto de los invitados y de la mano llevarla con el resto de sus familiares, dando así a su futura mujer un lugar preferente a su lado y dentro de unas fotografías que pasarán a la historia. También hemos descubierto a la madrina de la princesa Gabriella comenzando a ejercer su papel en la misma escalinata de la basílica preocupándose de que el vestido de cristianar de su ahijada luciera en todo su esplendor o a la Princesa de Hannover prodigando a sus sobrinos con mil y una atenciones. Ha estado sosteniendo por ejemplo la mano de la princesa Gabriella, mientras que el príncipe Alberto, padre devoto, se ha preocupado de que a la pequeña no le diera demasiado el sol ante la pendiente mirada de la princesa Charlene. Una anécdota seguía a otra digna de mención y recuerdo de este histórico día.
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