A Carolina de Mónaco no le tiembla el pulso a la hora de meter las tijeras en su armario: porque puede. Recorta años y centímetros con minis y vestidos más cortos de lo habitual no para ser más libre o para romper reglas como pretendía la mujer de hace cuatro décadas, sino para vestir su vida y su agenda oficial en consonancia con unos tiempos que han vuelto a poner de manifiesto que la falda corta sobrevivirá eternamente a todas las modas y tendencias, incluso a cualquier edad. Aunque tal vez sus faldas no terminen los quince centímetros por encima de la rodilla que propuso en los sesenta Mary Quant, cuando entró en la historia de la moda con la presentación en sociedad de la minifalda, la princesa Carolina sigue sucumbiendo a sus 56 a su propia versión de esta prenda, incluida tras su arrollador triunfo entre los mejores inventos del siglo XX. Ayer fue el ejemplo más reciente.
La Princesa volvió a irrumpir en la vida oficial como abanderada de un glamour más corto con ocasión de la inauguración de la exposición de pintura Peintures Et Dessins 1966-2013 en Villa Paloma (Mónaco). Ella, reina de la elegancia y una de las abuelas más guapas y glamourosas de la realeza -la semana pasada era portada de ¡HOLA! en una faceta nunca vista hasta ahora con su nieto Sacha-, cautivó con un vestido minifaldero bicolor con cuerpo nude sin mangas y falda recta de color negro a tono con sus zapatos peep-toes. Coronó su look de ayer con gafas de sol y de ver, la moda más inteligente -las primeras a su llegada y las segundas en el interior de la sala de exposiciones-, y joyas de oro. Corta de largo, pero largo de guapa.