Mónaco no se había quedado huérfano de glamour esta semana mientras el príncipe Alberto y su prometida, Charlene Wittstock, derrochaban elegancia fuera durante su visita oficial a Irlanda, la princesa Carolina y sus hijos mayores garantizaban la mejor imagen del pequeño principado, glamour con G mayúscula de Grimaldi, tal y como hemos vuelto a comprobar en una edición más de la tradicional gala Amade (Asociación Mundial de los Amigos de la Infancia) en el hotel de París. Una fiesta benéfica que contó de nuevo con una sofisticada puesta en escena de los miembros de la familia principesca y también, como siempre, con su incondicional apoyo a esta organización que centra toda su labor en los más pequeños.
A Carolina de Mónaco, madre de cuatro hijos, princesa de corazón de oro y reina de la elegancia (una vez más dio prueba de ello, con un conjunto negro de chaqueta smoking y falda larga, que combinaba a la perfección austeridad con belleza), no se le olvida que, más allá de las refinadas fiestas y los diseños de alta costura, hay una infancia rota que precisa de voces y rostros que luchen por sus derechos tal y como lleva haciendo al frente de Amade durante los últimos 17 años. Principio que ha calado hondo en sus hijos Andrea y Carlota Casiraghi. Ambos hermanos se prodigan en citas solidarias y asumen como propias sus causas humanitarias demostrando que son dignos herederos de la princesa.
De sus valores y de su distinción, como en esta ocasión. Carlota brilló con un vestido palabra de honor con estampado floral en tonos ocres y sandalias Tribute de Yves Saint Laurent a tono, mientras que Andrea, acompañado de su novia, Tatiana Santo Domingo, puso la nota exótica con unos zapatos estampados en cebra. No faltó a la velada un exquisito menú, la actuación de un conocido comediante y monologuista francés y la subasta de obras de arte y objetos singulares para recaudar fondos que serán destinados en ayuda a la infancia necesitada del mundo. Todos los ingredientes para una noche redonda.