Dicen que de una boda sale otra, y parece que con razón. Así ha sido al menos tras las nupcias de Victoria y Daniel de Suecia. Apenas cuatro días después de asistir en Estocolmo a una Boda Real para la historia, la Casa Principesca de Mónaco ha anunciado con un breve comunicado que no dentro de mucho acudiremos a otra igualmente esperada: al enlace del príncipe Alberto y su novia, Charlene Wittstock.
El Príncipado de Mónaco ha hecho público esta mañana el compromiso matrimonial del soberano y la antigua campeona de natación de Sudáfrica y, con tal motivo, ha distribuido una fotografía oficial de la pareja. La nota oficial no revela la fecha prevista para la ceremonia de los esponsales ni para el enlace. Ni tampoco se ha confirmado el lugar, aunque todo apunta que será en la Catedral de Mónaco, donde Raniero y Grace de Mónaco contrajeron matrimonio en 1956. De lo que tenemos constancia es que será un acontecimiento de trascendencia mundial al tratarse de la primera Boda Real de un soberano monegasco desde que el príncipe Raniero se casó con Grace Kelly, y convirtió el pequeño país en un gran reino de película.
El compromiso pone el final de cuento a una larga relación de cuatro años. El soberano monegasco conoció a la nadadora sudafricana en el año 2001, pero no fue hasta cinco años después cuando se confirmó públicamente su noviazgo. Las Olimpiadas de Invierno en Turín de 2006 fue el marco elegido por Alberto de Mónaco para presentar a su novia dejándose fotografiar como dos espectadores enamorados. Desde entonces, el Príncipe no sólo no ha ocultado su amor, sino que además ha hecho un sitio a Charlene en numerosos actos oficiales y ella, con permiso de las princesas Carolina y Estefanía, ha ejercido de manera impecable su improvisado papel de Primera Dama. Tanto es así que sus conciudadanos siempre han visto con buenos ojos que la sirena de Mónaco ocupara el hueco que dejó un día la princesa Grace. Desfiló como toda una princesa junto a su príncipe en su puesta de largo ante la realeza: el enlace de los príncipes Victoria y Daniel. Un ensayo nupcial en secreto. O, tal vez, inesperado. Lo que sí: de una boda sale otra.