Se les vio juntos por última vez el pasado 20 de julio en Bonifacio (Córcega) con motivo del cumpleaños de su hija en común, la princesa Alejandra y, desde entonces, Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover han hecho vidas separadas. Cada uno ha veraneado por su cuenta: ella se refugió en la residencia familiar de Saint Rémy-de-Provence, mientras que él se trasladó a Salzburgo para asistir como siempre al festival que se celebra en la ciudad austriaca en tales fechas, pero esta vez sin la compañía de su esposa.
Un verano solitario y a la sombra de la tradicional agenda social, el primero en sus diez años de sólido matrimonio, que apunta, según la publicación francesa Point de vue, a la inestable relación de la pareja. El distanciamiento observado en los últimos dos meses, en los que el príncipe Ernesto ha estado en Libia con ocasión de los actos conmemorativos del 40º aniversario de la llegada al poder de Muammar al-Gaddafi, y en los que la princesa Carolina ha recuperado fuerzas sola en Fontainebleu y Saint Rémy-de-Provence, antes de mudarse a Mónaco para la escolarización de Alejandra, preocupa. Pero más las ausencias del matrimonio en ineludibles citas como el Baile de la Cruz Roja. Los más optimistas sostienen que la pareja se ha tomado un tiempo de reflexión, que quién sabe si desembocará en reconciliación; los menos sospechan que pueda tratarse del preámbulo de una ruptura.