Más Glamour con mayúscula puso el broche de oro a los festejos del Día Nacional de Mónaco. Los actos conmemorativos culminaron anoche con la [Familia Real monegasca] vestida de largo, para presidir desde el palco de la Sala de los Príncipes del Grimaldi Forum el estreno de la nueva producción de la ópera La Flauta Mágica, dirigida por Jean-Louis Grinda, con coreografía de Eugénie Andrin.
El príncipe Alberto llegó a la cabeza de los Grimaldi, seguido de la [princesa Carolina], que lucía un elegante vestido negro con detalles en oro bajo el pecho, de su esposo, Ernesto de Hannover, y de los tres hijos mayores de esta, Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi. La familia casi al completo, porque, como ya comienza a ser costumbre, volvió a repetirse un año más la ausencia destacada de la princesa Estefanía y, para decepción de los monegascos que ansían asistir a una nueva boda real en el Principado, también de Charlene Wittstock.
Pero Carolina y Carlota llenaron con belleza y elegancia todos los espacios vacíos. La Princesa en su línea habitual de distinción y su hija irradiando el magnetismo que hizo célebres a su madre y a su abuela con un sinuoso vestido estilo lencero, de color azul eléctrico. La princesa Carolina, una de las reinas de la elegancia, comienza a ceder el testigo a su hija, que encarna como nadie la sofisticación familiar. La princesa Carolina camina por una nueva senda al margen de una agitada vida social y es su hija la que despunta como el nuevo icono destinado a mantener el encanto del cuento de hadas que hizo grande al pequeño Principado. Ya lo está haciendo... Y es que glamour se escribe con G de Grimaldi.