Más tarde cambió de opinión, ya no lo deseaba, pero yo ya estaba embarazada de tres meses. Era demasiado tarde.
¿Qué hizo usted?
Fui a ver a un abogado, el cual previno al de Alberto. Alberto me telefoneó en seguida, muy irritado: «¡Has ido a ver a un abogado!¡Me has tendido una trampa...!». Le dije que ese habría sido el caso si yo hubiera aguardado seis meses para decirle que esperaba ese hijo. Yo estaba embarazada de ocho meses y siete años después de nuestro primer encuentro. Hubiera tenido veinte veces la ocasión de quedarme embarazada.
¿Cuándo vio él a Alexandre por primera vez?
Dos meses y medio después de su nacimiento. Esperó un poco antes de cogerlo en sus brazos. Le pregunté si sentía algo. El me contestó que todavía no se daba cuenta. Yo aspiraba a que el padre de Alberto conociera a su nieto.
¿Qué esperaba entonces de Alberto?
El reconocimiento de Alexandre era primordial para mí. Yo no tenía ganas de que el niño creciera como Mazarine (la hija secreta de Mitterrand), ni por un segundo en el hecho de que él representara un heredero en potencia. Paralelamente a eso, Alberto me transfería una cantidad cada tres meses, que sigo percibiendo.
¿Calculó Alberto hasta qué punto era importante para usted que él reconociera a ese niño?
Finalmente sí. En diciembre de dos mil tres él me dio una cita en casa de su notario, el licenciado Mahot de la Quérantonnais. Alberto firmó el documento de reconocimiento de paternidad, pero dando como consigna que eso no fuera desvelado hasta la muerte de su padre. No me dieron ningún documento, sólo tengo el número de registro del acta.
¿Se mudó usted?
El me ofreció su apartamento de la calle Eugène-Delacroix, en el distrito dieciséis, donde me alojo hoy.
¿Pensaba usted que todo iba a cambiar con la muerte de Raniero?
La última vez que vio al niño fue en febrero, y cuando murió Raniero pedí que Alexandre pudiera ver sus restos conmigo. Así se organizó. Entramos discretamente por una puerta lateral.
¿Por qué se ha decidido usted a hablar?
Quiero que Alexandre crezca normalmente con un padre. No hago esto contra él. Deseo simplemente que él asuma un poco sus responsabilidades. Nadie le reprochará haber tenido una bella historia de amor y un hermoso hijo. El es el príncipe, él es quien decide.