Entrevista con Nicole Coste, la madre del supuesto hijo del príncipe Alberto de Mónaco
Esta es la historia de Nicole Coste. Una azafata togolesa de treinta y tres años, residente en París, que ha saltado a los titulares de medio mundo al asegurar que tiene un hijo de Alberto de Mónaco. La aparición en escena de Alexandre, un bebé de veinte meses, se une a la de la niña de trece años, Jazmín Grace, supuesto fruto de una relación con una camarera americana.
¿En qué ocasión conoció usted a Alberto de Mónaco?
Hace nueve años, en un vuelo Niza-París. Entonces yo era azafata. Nos anunciaron que el príncipe viajaría con nosotros y, es curioso, una emoción me cruzó por la mente.
¿Cómo se desarrolló el vuelo?
El me miraba y charlamos. Después del aterrizaje me pidió mi teléfono. Dos semanas después, yo tenía un mensaje en mi móvil.
¿Cuándo volvieron a verse?
Poco tiempo después. Me invitó a un apartamento que tenía en Mónaco. Allí pasamos una noche muy tierna, uno al lado del otro.
¿Qué sentía usted por él?
Con el paso de los meses, me enamoré mucho.
¿Y él qué sentía?
Yo tenía la impresión de que le sucedía algo. Creo que apreciaba mi cariño.
¿Se reunían a menudo?
Los dos o tres primeros años, yo iba una vez al mes a Mónaco. Llegó a llevarme a eventos oficiales. El nunca me ocultó.
¿Conoció usted a su padre, al príncipe Raniero?
Sí, en un evento deportivo. Estaba muy nerviosa. «Esta es Nicole, la persona de la que te he hablado», le dijo a su padre, cuya reacción fue un poco fría. Después, su padre habló con él en privado durante dos horas.
¿Qué le dijo a usted de la entrevista con su padre?
Le encontré raro. «He reflexionado. Creo que es mejor que sigamos como amigos», me dijo.
¿Cómo reaccionó usted?
Lloré mucho. Le telefoneé para decirle que estaba muy enamorada. Ya no me llamaba. No obstante, seguía yendo a Mónaco a reunirme con él en su apartamento, pero él evitaba que nos vieran juntos. Pero en la noche de mi cumpleaños volvimos a convertirnos en amantes.
¿Fue esa noche cuando se quedó embarazada?
Eso no lo queríamos ni él ni yo. Es realmente un hijo del destino. Poco tiempo después, mi prueba de embarazo resultó positiva. Le telefoneé. Quería que él tomara una decisión. Me dijo: «Consérvalo. Yo me ocuparé de él. Nunca os faltará de nada. No te prometo casarme contigo, pero consérvalo y no te preocupes. Poco a poco le haré entrar en la familia».
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¿En qué ocasión conoció usted a Alberto de Mónaco?
Hace nueve años, en un vuelo Niza-París. Entonces yo era azafata. Nos anunciaron que el príncipe viajaría con nosotros y, es curioso, una emoción me cruzó por la mente.
¿Cómo se desarrolló el vuelo?
El me miraba y charlamos. Después del aterrizaje me pidió mi teléfono. Dos semanas después, yo tenía un mensaje en mi móvil.
¿Cuándo volvieron a verse?
Poco tiempo después. Me invitó a un apartamento que tenía en Mónaco. Allí pasamos una noche muy tierna, uno al lado del otro.
¿Qué sentía usted por él?
Con el paso de los meses, me enamoré mucho.
¿Y él qué sentía?
Yo tenía la impresión de que le sucedía algo. Creo que apreciaba mi cariño.
¿Se reunían a menudo?
Los dos o tres primeros años, yo iba una vez al mes a Mónaco. Llegó a llevarme a eventos oficiales. El nunca me ocultó.
¿Conoció usted a su padre, al príncipe Raniero?
Sí, en un evento deportivo. Estaba muy nerviosa. «Esta es Nicole, la persona de la que te he hablado», le dijo a su padre, cuya reacción fue un poco fría. Después, su padre habló con él en privado durante dos horas.
¿Qué le dijo a usted de la entrevista con su padre?
Le encontré raro. «He reflexionado. Creo que es mejor que sigamos como amigos», me dijo.
¿Cómo reaccionó usted?
Lloré mucho. Le telefoneé para decirle que estaba muy enamorada. Ya no me llamaba. No obstante, seguía yendo a Mónaco a reunirme con él en su apartamento, pero él evitaba que nos vieran juntos. Pero en la noche de mi cumpleaños volvimos a convertirnos en amantes.
¿Fue esa noche cuando se quedó embarazada?
Eso no lo queríamos ni él ni yo. Es realmente un hijo del destino. Poco tiempo después, mi prueba de embarazo resultó positiva. Le telefoneé. Quería que él tomara una decisión. Me dijo: «Consérvalo. Yo me ocuparé de él. Nunca os faltará de nada. No te prometo casarme contigo, pero consérvalo y no te preocupes. Poco a poco le haré entrar en la familia».