Guillermo y Stéphanie de Luxemburgo celebran su segundo aniversario de boda y esperan a 'la cigüeña' que no llega
El tiempo pasa volando y los Grandes Duques herederos de Luxemburgo, Guillermo y Stéphanie, cumplen dos años de feliz matrimonio este 20 de octubre. Los jóvenes príncipes se muestran igual de enamorados que el primer día en la infinidad de actos en los que participan, así como en los viajes oficiales en los que representan a su país. Pero si algo está en la mente de todos los luxemburgueses, dos años después de la boda, es el deseo impaciente de que Palacio anuncie la noticia de un embarazo que colme de felicidad a la pareja y dé un heredero al heredero.
Eran las 11 de la mañana de aquel soleado sábado de octubre de 2012 cuando Guillermo, el primogénito de los grandes duques Enrique y María Teresa de Luxemburgo, le daba el sí quiero a la condesa belga Stéphanie de Lannoy, una joven discreta y estudiosa, amante de la lectura, la música clásica, el esquí y la natación. La Catedral de Nuestra Señora de Luxemburgo se había engalanado para acoger a miembros de las Casas Reales de todo el mundo, pero los fastos habían comenzado el día anterior con una ceremonia civil y familiar en el Ayuntamiento, y una cena de gala repleta de discursos, brindis y emociones.
Desde entonces la pareja ha demostrado estar compenetrada a la perfección y cada día son más queridos por su pueblo. Pocos días antes de este aniversario han representado de forma excelente a su país ante los Emperadores de Japón, en una gira de altas connotaciones empresariales y comerciales que les ha llevado por el país nipón y Corea del Sur. La princesa, de 30 años, ha sabido desempeñar con matrícula de honor sus obligaciones como consorte del Heredero durante estos dos años. Su juventud y frescura combinan de forma inmejorable con el aire distinguido que le caracteriza, y le viene por su enraizado origen aristocrático.
Y es ese pueblo que constantemente muestra su afecto a quienes un día en el futuro ocuparán el trono del Gran Ducado, es ese pueblo quien hoy día suspira esperando de forma impaciente la buena nueva de la llegada de un bebé que colme de alegría al matrimonio y a todo el país. Esas ganas hacen que a menudo se especule en los medios con los presuntos aumentos de talla de Stéphanie, con rumores fundados de estado de buena esperanza de la princesa, pero lo cierto es que después de dos años el comunicado oficial de un embarazo principesco se hace esperar.
Y lo que es seguro es que los herederos del pequeño país centroeuropeo sí tienen ganas de ser padres. De hecho, la princesa Stéphanie confesó en una entrevista hace dos años que le gustaría tener muchos hijos y formar una familia amplia como lo fue la suya con ocho hermanos: “Provengo de una gran familia. Fue una elección de mis padres y siendo la hija más pequeña, no puedo estar más contenta de su decisión. Ocho hijos son quizás demasiados, pero de alguna forma me gustaría seguir su ejemplo, mantener ese espíritu de familia numerosa del que vengo”.
El caso es que la cigüeña aún no llega a la casa de los Grandes Duques herederos, como sí lo hizo, y de forma vertiginosa, a la de otros miembros de la familia. El príncipe Félix, hermano menor del príncipe Guillermo, se casó en septiembre de 2013 con la hoy princesa Claire y a los nueve meses la cigüeña les trajo a la princesa Amalia, tercera nieta de los Grandes Duques y la última en llegar a la familia el pasado mes de junio.