Los invitados llegaron al palacio de St. James para celebrar el histórico bautizo real del príncipe George de Cambridge, que acaba de cumplir tres meses y es tercero en la línea de sucesión a la corona británica después de su padre, el príncipe Guillermo, y de su abuelo, el príncipe Carlos. No habrá fotos oficiales de la íntima ceremonia privada hasta mañana, pero compensan la espera las imágenes de la entrada de los invitados a la capilla real. Familiares, padrinos y amigos protagonizaron la esperada pasarela de elegancia a las puertas del templo.
Los primeros en aparecer fueron los siete padrinos. Encabezaba el desfile de llegadas Oliver Baker, que asistió a la Universidad de St. Andrews con los Duques, seguido de Emilia Jardine-Paterson, que fue compañera de la duquesa Catherine en Marlborough College, con su esposo David Jardine-Paterson; el Conde Grosvenor, hijo del Duque de Westminster; Jamie Lowther-Pinkerton, que sirvió como secretario privado a la pareja y al príncipe Harry de 2005 a 2012 y que continúa trabajando a tiempo parcial como secretario privado principal; la honorable Julia Samuel, íntima amiga de la Princesa de Gales, junto a su esposo, Michael Samuel; Zara Tindall, hija de la princesa Ana y prima del Duque de Cambridge, junto a su esposo, la estrella de rugby, Mike Tindall, y William van Cutsem, amigo de la infancia del Duque de Cambridge.
Y, a continuación, llegó el protagonista de la jornada y su familia. Primero, los Middleton: los abuelos maternos, Michael y Carole, radiante con un conjunto azul y blanco que coronó con una gran pamela, seguidos de los tíos maternos de la criatura, James y Pippa, espectacular otra vez de blanco como en la Boda Real. Por último aparecieron los Windsor. El pequeño, de tres meses de edad, entró en la residencia real para ser bautizado en el asiento trasero de un coche oscuro con el príncipe Guillermo como copiloto. Iba, como rige actualmente la normativa de circulación vial, sentado en su sillita de auto y acompañado por la Duquesa de Cambridge, muy pendiente de él en todo momento.
Como rige el protocolo, las últimas entradas han correspondido a los miembros reales de mayor rango. La reina Isabel y el Duque de Edimburgo irrumpieron en el templo, seguidos por el Príncipe de Gales, la Duquesa de Cornualles y el príncipe Harry y tras ellos los Duques de Cambridge con el pequeño -en brazos del orgulloso papá, el príncipe Guillermo-, luciendo la réplica del tradicional faldón de cristianar de la Familia Real inglesa con 172 años de historia. Los caballeros vistieron traje oscuro con corbata, pero esta vez las damas reales no pusieron la nota de color al decantarse la mayoría por las distintas tonalidades del blanco hasta el crema: la duquesa Catherine lució un traje de chaqueta con volantes y un tocado con adorno floral y red; la duquesa de Cornualles eligió para la ocasión un traje de chaqueta de tweed y falda; Carole Middleton combinó el color del día con azul marino, y Pippa Middleton, que volvió a reinar en un nuevo acontecimiento real.
La íntima ceremonia, oficiada por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, comenzó con puntualidad británica a las tres de la tarde hora local (las cuatro hora española) y se prolongó durante 45 minutos. Al servicio religioso seguirá un té privado con el que el Príncipe de Gales y la Duquesa de Cornualles obsequiarán en Clarence House a los invitados. Los invitados degustarán el pastel del bautizo, que como es habitual en Reino Unido es uno de los pisos de la tarta de bodas de los Duques de Cambridge como prolongación de aquel feliz día. El bautizo real dejará fotografías para el recuerdo de Jason Bell, el fotógrafo de las estrellas de Hollywood, y una imagen histórica de la reina Isabel y sus tres herederos: su hijo, el príncipe Carlos, su nieto, el príncipe Guilermo, y su bisnieto, el recién nacido príncipe George. Pero saldrán a la luz mañana.