Dicen que los caballeros las prefieren rubias y el príncipe Harry no lo desmiente. Cuenta la prensa inglesa que el nieto de la reina Isabel y Cressida Bonas, una rubia de piernas interminables y cara de muñeca de 23 años, se tomaron muchas molestias para convencer a los fotógrafos de que no estaban juntos en el estreno europeo en Londres de la nueva película de Batman, El Caballero Oscuro, la Leyenda renace, y en la fiesta posterior a la premiere. Una táctica que, cuando se trata de la Familia Real, no sólo pone en alerta a los periodistas, sino que además se convierte en el mayor indicio de que algo realmente ocurre.
La pareja, que llegó y se fue por separado para despistar a los reporteros, compartieron asientos en el cine con la prima del príncipe Harry la princesa Eugenia y su novio, Jack Brooksbank. Los cuatro fueron a continuación a la fiesta del estreno en el Covent Garden antes de acabar en la discoteca Salón de Mayfair. Pero sus esfuerzos fueron en balde porque hay testigos que aseguran que entre el tercero en la línea de sucesión al trono inglés y la preciosa joven, hija de la chica de portada de los años sesenta Lady Mary Gaye-Curzon Georgiana Lorna, hubo esa noche besos y abrazos.
Parece que el príncipe Harry, de 28 años, no ha sido inmune a los encantos de Cressida Bonas, que pertenece a su mismo círculo y cuenta con todos los credenciales para convertirse en su nueva princesa, además de un extraño parecido con su antiguo amor, Chelsy Davy. Como ella, Cressida -Cressie para sus amigos-, fue a la Universidad de Leeds después de haber cursado sus estudios básicos en la escuela pública Stowe. Además es una figura familiar en el escenario de la alta sociedad londinense y en su adolescencia la revista Tatler se refirió a ella como una joven “muy bonita, muy agradable y absolutamente obsesionada con Eva Cassidy”. Ahora es modelo de la marca de lujo inglesa Burberry y aspirante a actriz.
La nueva conquista del Príncipe llega meses después de que se quejara en una entrevista para la televisión estadounidense de que las niñas se dejaban intimidar por su título y de que confesara que estaba dispuesto a sentar la cabeza. Dicho y hecho.