La pompa, las reuniones de trabajo y, por supuesto, el críquet no faltaron en la gira caribeña de once días que han emprendido esta semana el príncipe Carlos y a la Duquesa de Cornualles. La pareja real se encuentra ahora en la mitad de un viaje oficial lleno de color a cinco islas, que empezó con un calipso -canción y danza propias de las Antillas Menores- y un número musical de timbales en Trinidad, además, claro está, de la bienvenida oficial de la tradicional guardia de honor, y que sigue hoy en Santa Lucía.
Durante su estancia en las Antillas, uno de los primeros compromisos del [Príncipe de Gales] fue batirse contra adolescentes en un partido de críquet a favor de jóvenes necesitados. El Heredero al trono inglés se ganó el aplauso de sus contrincantes por su técnica con el bate y la pelota. "Intenté ponérselo un poco difícil, pero él logró dar buenos tiros," dijo uno de los jugadores.
Viaje con polémica
Pero las paradas deportivas y carnavalescas no han sido los únicos temas de la agenda real. El Príncipe y Camilla han visitado también la Universidad de Trinidad y el Centro de Formación Marítima de Tobago, que tiene conexiones con la Universidad de Southampton de Reino Unido. También abordaron durante su estancia una inspección de una unidad anti crimen, en la que sirven oficiales ingleses, y visitaron el Centro Natural Asa financiado por el Reino Unido, la más vieja reserva natural en las Antillas.
Durante los próximos días, la pareja real, que viaja en un mega yate -una especie de palacio flotante, equipado con jacuzzi, gimnasio, piscina, bar, salones y dormitorios fabulosos, el Leander- levantando las iras de los activistas ecologistas que estiman un consumo de 75.000 litros de gasóleo equivalente a 260 vuelos transatlánticos entre Londres y Nueva York, se dejará caer en Jamaica y Montserrat.