Harry de Inglaterra, el hijo menor del Príncipe de Gales, se salió con la suya: ser un soldado más en un terreno conflictivo. No lo pudo conseguir en la primavera de 2007 cuando su reemplazo fue enviado a Irak y él tuvo que conformarse con un destino seguro en Londres. Pero obedeció órdenes y, con el paso de los meses, encontraron para él una guerra.
El general Sir Richard Dannat le hizo entender que su presencia en Irak era un peligro para las tropas británicas y, especialmente para los once soldados que tiene a su cargo, y Harry, a sabiendas de que habría una segunda oportunidad para él, agradeció a sus compañeros el gesto de haber comprado pelucas pelirrojas para despistar al enemigo.
Durante las primeras semanas, el [príncipe Enrique] afrontó un periodo muy difícil llegando a plantearse abandonar la carrera militar. A su modo de ver, no tenía sentido haber pasado por un entrenamiento durísimo para acabar sentado detrás de una mesa en una oficina. Además, se avergonzaba de no poder demostrar su valor allí donde sus hombres le necesitaban.
Tras una operación secreta, el destino de Harry fue fijado y éste pudo llevar finalmente con orgullo el uniforme de soldado mientras servía al Ejército de Su Majestad [Isabel II].
La confirmación de la noticia ha llegado de la mano del propio Ministerio de Defensa de Gran Bretaña. El organismo que ratificó la noticia, después de que dos medios de comunicación internacionales dieran a conocer el destino del príncipe Harry en el Norte de Afganistán durante diez semanas. Un periodo en el que el nieto de la [Reina de Inglaterra] luchó contra los talibanes y vivió en una base militar situada en la provincia de Helmand.