Sucede a Carlos II su hermano Jacobo II, duque de York quien fracasó en el intento de restablecer el catolicismo en Inglaterra, y a éste su hija, María II Estuardo, y Guillermo III de Orange-Nassau, su yerno, que conspiran contra él hasta derrocarle con la excusa de defender la hegemonía protestante en Inglaterra.
Con ellos, se introduce, sin embargo, en el País una nueva dinámica social y política. Se declara la independencia del poder judicial y la libertad de culto de los protestantes aunque se persigue, sin embargo, con fervor a los católicos. En 1689, con la Declaración de los Derechos se establece que el Rey no puede recaudar impuestos ni reclutar ejércitos sin el acuerdo del Parlamento. Tampoco puede suspender la ejecución de las leyes ni otorgar dispensas en cuanto a su aplicación. Es la victoria definitiva del Parlamento sobre la monarquía absoluta y el principio del asentamiento de las bases de una Monarquía Constitucional.
Diecisiete hijos y ninguno sobrevivió a la Reina
Tras la muerte de su cuñado, Guillermo III, en 1702, ocupó el trono inglés la última reina de la dinastía Estuardo y segunda hija de Jacobo II, Ana de Escocia e Inglaterra. Un reino bajo el que, en 1707, la unión de las coronas Inglesa y Escocesa pasó a ser constitucional por la Ley de la Unión que hizo nacer, políticamente, el Reino Unido de Gran Bretaña. La reina Ana tuvo 17 hijos con el príncipe Jorge de Dinamarca pero ninguno le sobrevivió. Por ello, a su muerte, y, siguiendo sus instrucciones, la Corona pasó a, Jorge I, su familiar más cercano en la casa de los Hannover.