El doce de mayo de 1937, catorce años después de su boda, la pareja volvió a Westminster para ser coronada. La ceremonia, por primera vez en la historia, se transmitió por radio... Auguraron entonces, la mayoría de los ciudadanos ingleses, la desintegración del Imperio, el fin de la monarquía milenaria a la que Eduardo VIII había conducido, por amor, hasta el marco de una crisis institucional sin precedentes.
Ganándose la confianza de toda una nación
Nada de lo que se había previsto sucedió. La monarquía salió reforzada en la representación de la nueva familia Real y los ingleses, traumatizados por la abdicación, acabaron por confiarles sus corazones. No obstante, fue a partir del segundo año, en el inquietante marco de una guerra anunciada, (1939-1945), cuando los nuevos Soberanos se ganan la confianza de toda una nación. Los Reyes de Inglaterra rechazaron todas las invitaciones que les animaban a salir de Londres y permanecen al lado de sus súbditos pasando por similares calamidades. "Las niñas no se irán sin mí, yo nunca podré dejar al Rey y el Rey jamás se irá", dijo entonces la reina Elizabeth... Los Reyes permanecen en Londres para compartir la suerte de los súbditos bajo los bombardeos alemanes.
Con el fin de la Guerra, los Reyes, seguros de sí mismos y avalados por el prestigio internacional, comienzan a desempeñar, con total lealtad, su papel de Reyes Parlamentarios y de Reyes padres-abuelos porque, su hija mayor, la actual Reina de Inglaterra, ha decidido que se casa con un Príncipe Griego, Felipe; y porque, un año después de la boda de ésta, 1948, nace el primer nieto, Carlos. El heredero que aseguraba la sucesión. El Rey murió en 1952 de cáncer de pulmón. Tenía 56 años y estaba dormido. El pueblo le lloró durante semanas.