No existe, hasta el momento, confirmación oficial, pero al parecer, nadie ni nada podrán hacer cambiar de opinión a la Reina madre de Inglaterra.
A sus 101 y con algún que otro severo problema de salud pendiente de resolver, Queen Mother ha anticipado que asistirá a la misa de funeral por el alma de su hija Margarita aunque sus médicos personales se lo hayan desaconsejado.
El viaje del adiós
A la Reina madre no le preocupa su estado de salud en estos momentos, ni cómo seguir combatiendo ese persistente catarro que la mantienen recluida en palacio desde hace meses... De hecho, lo único que le importa y piensa en estos momentos es en emprender el viaje desde Sandringham, en Norfolkk, hasta Windsor. El castillo en el que está previsto celebrar el próximo viernes un funeral estrictamente privado por la princesa Margarita. Y, también ese castillo en el que fueron tan felices juntas cuando,con la llegada de la II Guerra Mundial,llegaron al trono de Inglaterra por sorpresa.
Dolor y memoria
Los recuerdos y el sentimiento de pérdida golpean a la reina madre en un momento en el que su salud de hierro parece resquebrajarse. Por un lado, el dolor de la indescriptible pérdida de una hija; por otro, la memoria que se hace presente. Porque La muerte de Margarita Rose se ha producido tres días después de que Gran Bretaña recordara el cincuentenario de la muerte de su esposo, el rey Jorge VI, y la proclamación de su hija, Isabel II, como Reina.
Sin voluntad para vivir
La Reina Madre sabía que su hija había perdido la voluntad de vivir, que las crisis depresivas se sucedían, cada vez, con más frecuencia; que no quería comer; que había renunciado a volver a Isla Mustique, en el Caribe, la casa -se la dejó en herencia a su primogénito, el vizconde David Linley- donde vivió los momentos cumbre de su felicidad personal...; que había dejado de cantar... Pero, aún así, nunca dejó de esperar el milagro.