Máxima de Holanda, en la alegría y en la tristeza
La corona obliga en las luces y en las sombras de un país y Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda se entregan a sus conciudadanos en cada ocasión: en las alegres y en las dolorosas, como resultan los actos conmemorativos de la Segunda Guerra Mundial. La agenda oficial de esta semana de los Reyes holandeses saltaba del duelo por los caídos a la euforia por la liberación tras su viaje por las Antillas Holandesas. Los soberanos holandeses, acompañados de la princesa Beatriz, presidieron anoche en el río Amstel de Ámsterdam el concierto con el que se puso broche al Día de la Liberación, que conmemora el fin de la ocupación alemana en 1945. El concierto, que se celebra tradicionalmente a las puertas del Teatro Real Carré de la capital holandesa, contó con las actuaciones de populares artistas holandeses, como Herman van Veen, Claudia de Breij o Giovanca, acompañados por la Joven Orquesta Nacional, y devolvió finalmente su sonrisa a la reina Máxima. Esa sonrisa que, de natural, parece sobrenatural.
La reina Máxima no sólo preparó su puesta en escena con mimo como acostumbra, sino que echó el resto en cumplido al señalado momento histórico que se festejaba. Vistió para la ocasión un vestido negro de seda salvaje con una estola de plumas a tono y, como joyas, una preciosa horquilla con forma de mariposa, de brillantes y esmeraldas, y unos fabulosos pendientes de idénticas gemas. Brilló la Reina, brilló su sonrisa y brilló el espíritu festivo desde el principio a fin de la velada. Los Reyes y la Princesa, así como el primer ministro Mark Rutte y otras autoridades, llegaron al evento en barco, desde donde también presenciaron la velada musical. La noche se cerró con la interpretación de la canción We'll meet again de Ross Parker y Hughie Charles, un éxito de la década de los cuarenta del siglo pasado, que fue cantada al unísono por el público asistente al concierto.
Tan sólo 24 horas antes Holanda había recordado a los caídos en conflictos bélicos desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los reyes Guillermo Alejandro y Máxima, esta vez muy sobria acorde a la ocasión, pero igualmente elegante al estilo de Jackie Kennedy, presidieron la ceremonia oficial en la Plaza del Dam de Ámsterdam. A su llegada a la céntrica plaza, los soberanos depositaron una corona de flores ante el Monumento Nacional. Tras los 120 segundos de silencio sepulcral en el centro de Ámsterdam y en el resto del país, sonó la primera estrofa del himno nacional, el Wilhelmus.
Acto seguido el Presidente del Gobierno, Mark Rutte, tomó la palabra para recordar una carta de sus abuelos en la que éstos recordaban el dramático bombardeo de la ciudad de Rótterdam por la aviación alemana. El Primer Ministro subrayó la importancia de mantener la memoria de aquella guerra, especialmente cuando se produzcan expresiones de antisemitismo o extremismo en la sociedad. Además de por Mark Rutte, los Reyes estuvieron acompañados por un gran número de autoridades, entre otras, los presidentes de las dos cámaras de representantes, el comandante de las fuerzas armadas Tom Middendorp, el alcalde de Ámsterdam Eberhard van der Laan, así como por setenta escolares de diferentes colegios de Ámsterdam que depositaron flores en el monumento nacional. Juntos y unidos en la cara y la cruz de la vida.