El 22 de noviembre de 2005, con motivo del 30º aniversario de su proclamación como Rey de España y aprovechando el acto de entrega de las medallas del oro al mérito deportivo celebrado en el auditorio de las Palmas de Gran canaria, don Juan Carlos hacía un breve repaso de lo que para él habían significado estas décadas "ligadas a la apasionante aventura de construir nuestra democracia" en comunión con todos los españoles. El monarca rechazó ser el protagonista de una jornada histórica y atribuyó, a cambio, todos los méritos a los españoles. Unas palabras que hoy recuperamos por la relevancia que cobran nuevamente.
Gratitud a la Reina y a los españoles
"Son muchos los recuerdos y sentimientos que, en estos momentos, se agolpan en mi corazón, empezando por mi gratitud a la Reina, por su constante apoyo, sensibilidad y entrega, y sin olvidar el respaldo que siempre he recibido de mis hijos. Recuerdos ligados a la apasionante aventura de construir nuestra democracia, de recuperar plenamente nuestras libertades, de situar a España en el lugar que le corresponde y de impulsar treinta años de estabilidad, crecimiento y mejora del bienestar económico y social de la gran mayoría de los españoles. Pero es, ante todo, el pueblo español quien merece un homenaje de gratitud, respeto y admiración por su esfuerzo, generosidad, responsabilidad y sacrificio volcados en la decisiva tarea de hacer de España un país moderno, abierto y solidario, unido, a la vez que plural y diverso, patrimonio de todos los españoles por igual".
El Rey quiso volver la vista atrás no para imponerse medallas sino para ser agradecido con la sociedad española y con su familia, sin olvidarse de hacer llegar unas emocionadas palabras a las familias de las víctimas del terrorismo, así como a todos aquellos servidores del estado que "perdieron la vida en el cumplimiento de su deber".
El Príncipe, “la mejor garantía de continuidad”
Asimismo, el monarca dedicaría al Príncipe de Asturias el mejor de los elogios. Visiblemente emocionado, y refiriéndose a la entrega que ha supuesto para él el ejercicio de la Monarquía Parlamentaria, no dejó pasar la oportunidad para hablar de los "sentimientos". "Ese mismo espíritu de servicio, que son los que también animan al Príncipe de Asturias, que representa la mejor garantía de continuidad del compromiso de servicio de la Corona a España", dijo don Juan Carlos, hace ya ocho años.
Treinta y ocho años después de su proclamación, don Juan Carlos recupera con su abdicación la memoria histórica del momento en el que comenzó su andadura como Rey de España, trabajando día y noche en el gran proyecto que fue el sueño de su padre: una monarquía para todos.
La fecha que cambió el "futuro"
En la madrugada del 20 de noviembre de 1975, el entonces príncipe don Juan Carlos recibe la noticia de que Franco ha muerto. Dos días después, con el cuerpo del Caudillo córpore insepulto y en un marco de nervios y gran incertidumbre, la monarquía vuelve a España. Don Juan Carlos de Borbón jura ante las Cortes como Rey el 22 de noviembre de 1975. El juramento es el equivalente al acto solemne de su coronación, ceremonia que no está contemplada como tal en nuestro país.
Aquel día, el jovencísimo príncipe Felipe se convierte en heredero de la Corona. Es aún un niño pero también se levanta cuando el presidente de las Cortes y del Consejo de Regencia, Rodríguez Valcárcel, tiende solemnemente al futuro Soberano el libro de los Santos Evangelios pronunciando la fórmula ritual
El relevo
Se escucha rotundo y claro, el "Sí, juro" del Príncipe que, a partir de ese momento, sería ya Juan Carlos I, Rey de España, y se inicia una nueva época en nuestro país, ratificada unos años después con la firma de la Constitución en 1978, en la que España apoya con entusiasmo la democracia.
Un arzobispo, un teniente general, una personalidad del movimiento, las tres fuerzas que habían dado la espalda a su padre, el Conde de Barcelona, se convierten, también, en los testigos del relevo... Aunque el cambio histórico había comenzado con aquel discurso pronunciado por don Juan Carlos que abrió todas las puertas a la esperanza de recuperar la libertad y la democracia.
Guardián de la Constitución
La Corona comenzó a conquistar los terrenos más difíciles y lo que era del todo impensable sucedió de forma natural: el Rey recuperó la legitimidad y la tradición histórica... Y, desde entonces, don Juan Carlos ejerció como el guardián de la Constitución. Y, desde entonces, como le gusta recordar a él, no ha vuelto a sentir jamás un frío tan terrible como aquel que le atravesó el cuerpo cuando pisó por primera vez la estación de tren de la capital de España. De aquel reino que había sido de su abuelo, Alfonso XIII.
"Somos un equipo"
El monarca, el buen hijo de don Juan de Borbón, un rey en el exilio, siguió al pie de la letra los consejos que, desde niño, le dio su padre: "Acordaos de que la Familia Real y, sobre todo, el Rey tiene que ser un nómada en su país". "La Reina y yo siempre hemos tratado de estar cerca de la gente", confesaba el monarca en una entrevista grabada para el programa de televisión ‘Don Juan Carlos, 25 años de reinado’. "Somos como un equipo. Cuanto mejor estén las comunidades, mejor estará España. Los progresos de cada autonomía representan el avance de España."
El Rey y los españoles
Para ser Rey de todos los españoles había que estar cerca de ellos y don Juan Carlos, siempre en compañía de doña Sofía, no ha dejado de permanecer al lado de éstos. Con sencillez, tacto, profesionalidad y una ausencia total del protocolo conocieron la nación palmo a palmo, se fundieron con su gente en un inmenso abrazo, en un infinito apretón de manos, se interesaron por sus problemas, compartieron sus penas y alegrías… Y, poco a poco, aquel territorio gris y triste por el que comenzaron su andadura como soberanos se fue llenando de luz y de ilusión.
Pero a pesar del éxito de su empresa, nunca quisieron aparecer a los ojos de sus gentes como unos gigantes de la historia o como los reyes de los milagros que han prestado servicios impagables al pueblo. No. Los Reyes, sin desgana ni fatiga y con una capacidad de seducción, simpatía y calidez humana inestimable han demostrado, con hechos, que las palabras de don Juan Carlos el día que juró su cargo como soberano ("quiero ser el Rey de todos los españoles") no eran sólo eso, palabras.
Don Juan Carlos y doña Sofía se han consagrado, en estos últimos 38 años de tantas y tan profundas transformaciones, como una gran referencia de la democracia española, europea e iberoamericana en todos los países y para todos los estamentos. Como soberanos de una democracia parlamentaria, conquistaron con su carisma y su buen hacer todos los ‘reinos’. Y, ahora, en cada uno de ellos, sin excepción, son recibidos, además de con todos los honores, con los brazos abiertos.
Los grandes embajadores de España
Como Reyes de España, que se han ganado a pulso el respeto y el prestigio internacional, han contribuido, de forma excepcional, a situar a nuestro país en un lugar privilegiado. Sus viajes por todo el mundo les convirtieron en los grandes embajadores de España, en los verdaderos protagonistas de la etapa histórica en la que España dejó de ser un territorio viejo y gris y se convirtió en un país moderno y democrático. En el ejemplo de muchas naciones en el mundo.
Para don Juan Carlos y doña Sofía, una vez sentadas las bases de una verdadera democracia, fue fundamental, por lo tanto, el hacer creíble el nuevo sistema político ante los foros internacionales. El viajar de un lado a otro del planeta para contar lo que era España y lo que pretendían que fuera en el futuro. Y lo consiguieron. En pocos años, rompieron los viejos prejuicios y barreras y mostraron su país al mundo como una nación libre y sólida. España volvió a entroncar con Europa y sus causas.
Con América y la Alianza Atlántica; con África y el equilibrio de relaciones con Marruecos y Argelia; con Oriente Medio y el apoyo a las causas justas árabes; y, sobre todo, con Iberoamérica, donde el protagonismo de los Reyes alcanzó la cima más alta. Con su especial sensibilidad hacia esos pueblos hermanos, don Juan Carlos y doña Sofía llevaron a cabo una auténtica política exterior de concordia y buen hacer y obtuvieron logros sin precedentes en la historia.