Sonaban las doce campanadas. Ella se levantó y abandonó en un suspiro la sala. El príncipe intentó seguirla, pero no pudo alcanzarla. En su carrera, dejó caer uno de sus zapatos. Hasta aquí, el cuento, porque, según el original, sería de cristal, pero en la versión actualizada no sería otro que un peep-toe, conocido popularmente como letizio por la afición que tiene la Princesa a este modelo. Y el pie desnudo, al natural en el clásico de Perrault, mostraría en la adaptación moderna destellos rojos. Y es que las huellas de doña Letizia tienen ahora color.
Asoman, por primera vez en nueve años, a la puntera de su calzado de verano sus uñas pintadas como hemos descubierto en sus últimas apariciones: un acto en solitario –la inauguración del nuevo Espacio de Inclusión y Oportunidades de la Fundación Aprocor-, audiencias en palacio –a representaciones del Colegio de Educación Especial Pilar Soubrier, de la Fundación Universidad-Empresa de la Universitat de València-ADEIT y del Instituto de Enseñanza Secundaria Prado de Santo Domingo de Alcorcón-, y el compromiso de ayer con el príncipe Felipe -la inauguración de la exposición La Transición en tinta china. Tres nuevas citas en las que se decantó por un estilo elegante, sencillo -sin estridencias de ningún tipo- y minimalista, pero sin descuidar detalle: perfecta de pies a cabeza.
La moda ha vuelto a ponerse a sus pies y puede decirse que la Princesa de Asturias pisa con más garbo que nunca. Sigue vistiendo sus andares como hasta el momento de raso, de tela, de charol... Con plataforma y taconazo. Y ahora además les ha dado un toque de color in rouge. Son los primeros pasos de la nueva temporada, aunque intuimos que los que vienen marcharán por los mismos derroteros, incluso que ampliará gama. Eso sí, sin abandonar la senda del glamour.