Cinco días después de que Noruega se viera sacudida por un doble atentado a manos Anders Behring Breivik, presentado por las autoridades como un "fundamentalista cristiano", Dinamarca, su país vecino, ha querido rendir su particular homenaje a las victimas celebrando un servicio religioso en catedral de Vor Frue Kirke, en Copenhague. Hasta allí se desplazó la reina Margarita y los príncipes daneses, Federico y Mary, quienes de riguroso negro, fueron los encargados de presidir el acto, oficiado por el obispo de la capital danesa, Peter Skov-Jakobsen, quien pronunció un emotivo discurso, al igual que el primer ministro danés, Lars Løkke Rasmussen.
Con el recuerdo de las 76 víctimas en la memoria, la princesa Mary, que junto a su marido ocuparon las primeras filas en el interior del templo, no pudo reprimir las lágrimas y fueron muchas las ocasiones en las que pudimos verla secárselas una y otra vez con una de sus manos. Y es que este brutal atentado ha sido, sin lugar a dudas, la mayor tragedia nacional de la historia de Noruega, una nación privilegiada que gozaba de una envidiable paz.
Calificado por muchos como una auténtica masacre, el doble atentado perpetrado en Oslo y en la isla de Utoya, a 30 kilómetros de la capital, no dejo indiferente a nadie, llegando incluso a tocar personalmente a la familia real noruega, debido a que la princesa Mette-Marit perdía en la matanza de Utoya a su hermanastro Trond Berntsen, un policía de 51 años, quien murió cuando trataba de proteger a su hijo.
Mientras se continúa identificando a las víctimas, el miércoles se conocía la identidad de la primera víctima extranjera, una mujer danesa de 43 años, Hanne Balch Fjalestad, que se encontraba ejerciendo su profesión de medico en el campamento juvenil que se celebraba en la isla noruega.
Con el deseo de recuperar la calma, seña de identidad de este país, el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, ha hecho un llamamiento a la entereza, convencido de que Noruega "no se dejará doblegar", saliendo así al paso a las crecientes críticas sobre la actuación de la policía. Stoltenberg, quien no deja de agradecer en cada una de sus apariciones públicas las muestras de solidaridad llegadas de todas partes del mundo, ha apelado a un regreso a la normalidad, ya que ha señalado que la respuesta de Noruega a la "brutal violencia" seguirá siendo la defensa de "la libertad, la apertura, la tolerancia y la democracia".