Con la misma expectación que se vive el bautizo de su hijo, tras el cual conoceremos el nombre que finalmente han dado Federico y Mary a su primogénito, Dinamarca esperaba el bautismo del hijo de la entonces princesa heredera Margarita y su esposo el príncipe Enrique (Henrik para los daneses como se apuntillaba en las crónicas de entonces). Corría el año 1968 y el bautizo se celebró un 24 de junio, casi un mes después de su nacimiento, en la iglesia de Holmens, la misma en la que un año antes habían contraído matrimonio sus padres. Holmens es el templo de los marineros y la elección resultó entonces de lo más adecuada para el futuro rey de un país con tanta tradición marinera.
Ana María de Grecia fue su madrina
Oficiada por el obispo luterano Erik Jensen, la ceremonia duró tan sólo 30 minutos. Como madrina del neófito actuó su tía, la reina Ana María de Grecia, quien fue la encargada de desvelar el nombre elegido para el príncipe después de que el obispo preguntara "¿Cómo ha de ser llamada la criatura?" a lo que segura, la hermana menor de la entonces princesa Margarita de Dinamarca respondió Federico, Andrés, Enrique, Christian.
El nombre sorprendió a todos
En general se había creído que le llamarían Christian, un nombre de gran tradición dentro de la casa de Glücksburg-Sonderburg-Schleswig-Holestein, pero por otra parte la familia sigue desde hace años una tradición por la que se impone al primogénito varón el nombre de su abuelo, en este caso Federico IX.
Más de 500 invitados
Más de 500 invitados asistieron al bautizo, a la cabeza de ellos tres cabezas coronadas, como subrayan las crónicas de entonces, el rey Gustavo Adolfo de Suecia (padre del actual monarca sueco), el rey Federico IX de Dinamarca y Constantino de Grecia. Cuentan que el pequeño lloró y que su madre, nerviosa, ya no sabía cómo acunarlo para que dejara de llorar. A llanto se unió un pequeño gruñido del bebé cuando su tía y madrina, Ana María de Grecia, le quitó el gorillo para que el obispo pudiera derramar el agua sobre su cabeza.