Si hay un complemento que caracteriza a una dama de la realeza ese es la tiara, por ello no es extraño que la capital danesa haya brillado hoy más que nunca con los históricos diseños que reinas y princesas han lucido en el enlace del príncipe Federico. Pero estas pequeñas obras de arte con cientos de años de historia, confeccionadas con piedras preciosas, no han sido las únicas piezas que han hecho brillar aún más la elegancia de todas las invitadas. Pendientes, collares y pulseras heredadas de generación en generación han puesto una nota de glamour a este enlace real.
La gran protagonista de la boda, la novia, ha elegido para el día más importante de su vida dos únicas piezas: una espectacular tiara, regalo de la reina Margarita de Dinamarca; y unos pendientes de platino, diamantes y perlas de los Mares del Sur, que fueron diseñados en exclusiva para la ocasión y de forma manual por la diseñadora de joyas Marianne Dulong. Aunque la joya más importante del enlace o, quizá, la que más valor sentimental tenía, no la ha podido poseer hasta que no ha tenido lugar la ceremonia, la alianza.
La madre del novio, la reina Margarita de Dinamarca ha querido acompañar al altar a su hijo luciendo la Tiara Tocado Floral, un regalo que recibió de su madre en la época de su segunda visita oficial a Suecia. Consiste en tres piezas florales flexibles que pueden llevarse juntas, lo cual resalta enormemente la tiara, o por separado para que sea más ligero. La reina Margarita ha portado estas piezas de muchas maneras distintas. Las tres joyas también se pueden llevar como broche y como diadema para sujetarse el pelo. Además de llevar esta magnífica joya, portaba, para cerrar su elegante abrigo fucsia, una de las joyas más destacadas de la casa real danesa: el Broche Trágico, un ramillete compuesto de 1.091 diamantes.
En el cuello, ha optado por lucir el collar de la colección Diamantes de Carolina Amalia. Los diamantes de esta pieza -tiene siete diamantes en forma de pera y los de mayor tamaño son de 21 quilates- se extrajeron de joyas pertenecientes a la reina Carolina Matilde, entre otras; los grandes diamantes en forma de pera se obtuvieron de una antigua joya que se lucía en la cabeza.
Y quizá hoy, Alejandra de Dinamarca haya recordado bellísimos momentos del día de su boda con el príncipe Joaquín, pues ha lucido la tiara de las lágrimas, la misma que llevó el día de su enlace con el príncipe Joaquín, regalo de la reina Margarita de Dinamarca. Una pieza que fue creada para la gran duquesa Anastasia de Mecklenburg-Schwerin, nacida de Rusia, (1860-1922) y heredada, posteriormente, por Alejandrina, su hija mayor, nada más cumplir ésta su mayoría de edad. La valiosísima joya pasó a formar parte de la colección real de Dinamarca cuando Adini, así llamada familiarmente la duquesa Alejandrina, se casó con el que estaba llamado a ser Rey de los daneses: Christian X, en 1898. Tras la muerte de la reina Alejandrina, en 1952, la tiara fue heredada por su hijo mayor, Federico IX y por su nuera, princesa Ingrid de Suecia quienes acabarían regalándosela a su hija primogénita, la princesa Margarita, hoy día soberana de Dinamarca.