Esta semana los nietos reales emprenden el vuelo (en sentido figurado o literal) en el oficio regio ayudados por sus abuelos soberanos. La princesa Ingrid Alejandra tomó el timón de la agenda oficial e hizo ayer de madrina del nuevo barco de los servicios de rescate marítimos noruegos. Aunque la primogénita de los príncipes Haakon y Mette-Marit ya ha participado antes en algún acto oficial, este era el primero en el que la princesa ejercía el papel principal. Su abuelo, el rey Harald, se limitaba a acompañarla.
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El Rey de Noruega y la princesa Ingrid Alexandra acudieron hasta los muelles de Oslo, donde fueron recibidos por el ministro de Justicia, el alcalde y otras autoridades. Abuelo y nieta, que fueron obsequiados con sendos ramos de flores en tonos lilas y saludados con reverencias como corresponde a su condición real, no sólo iban uniformados con abrigos azul marino idénticos, sino que además su sincronización gestual era perfecta. Si sonreía el rey Harald, lo hacía la princesa Ingrid; si el soberano se mostraba pensativo, ella también... El Rey noruego era el espejo en el que se miraba su futura heredera.
"Te bautizo, Elías. Que la suerte os acompañe a ti y a tu tripulación en vuestras actividades responsables por la costa noruega", pronunció la princesa Ingrid Alexandra sin temblarle la voz. No le resultó tan fácil romper la botella, que le costó hasta tres intentos, durante la botadura. Luego le dio las llaves al capitán y ella y su abuelo hicieron una visita guiada por el barco, cuyo nombre hace referencia a una popular serie de televisión infantil noruega.
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Gabriel y Noah de Luxemburgo, al mando junto al Gran Duque
También los príncipes Gabriel y Noah, ambos hijos de los príncipes Luis y Tessy, desplegaron las alas junto a sus abuelos los Grandes Duques de Luxemburgo. La ocasión elegida fue la celebración en el aeropuerto de Findel de una exposición conmemorativa del 70º aniversario de un vuelo histórico de gran importancia para la Familia Real luxemburguesa. En 1945 un avión Douglas DC3 llevó de regreso a tierras luxemburguesas a las gran duquesa Carlota, abuela del gran duque Enrique, después de un lustro de exilio a causa de la Segunda Guerra Mundial.
El Gran Duque y sus nietos pudieron disfrutar de un breve vuelo de carácter simbólico a bordo del mismo Douglas DC3 con el que la Gran Duquesa regresó a su nación siete décadas antes. Antes de despegar, los nietos del gran duque Enrique pudieron ponerse encantados al mando del avión. Si en aquella ocasión la soberana fue recibida por grandes multitudes que la aclamaron, en esta ocasión varios miles de aficionados a la aviación se congregaron igualmente para presenciar el vuelo de esta histórica aeronave. Entre ellos se encontraba la gran duquesa María Teresa que saludó con entusiasmo el aterrizaje del avión que llevaba a su esposo y a sus nietos mayores, quienes habitualmente viven en Londres con sus padres.