Lady Grace Dalrymple Elliott (c. 1754-1823) ha pasado a la Historia por ser la autora de una crónica autobiográfica sobre los años de la Revolución Francesa titulada Ma vie sous la revolution (Mi vida bajo la revolución) en la que relata las peripecias en el país galo que casi le llevaron a la guillotina. Sin embargo, la existencia de Grace Elliott se caracterizó por una constante búsqueda del amor tanto en París, donde fue amante del Duque de Orleans, como en Inglaterra, país en el que vivió un apasionado romance con el Príncipe de Gales y más tarde Rey de Inglaterra.
Grace Dalrymple Elliott nace alrededor de 1754 en Edimburgo, siendo la hija de un abogado de la capital escocesa. Sin embargo, la pequeña Grace apenas disfruta de vida familiar ya que al poco de nacer su padre abandona a su madre que, en primera instancia, se refugia en casa de sus padres para, finalmente, dejar la educación de su hija en manos de unas religiosas. Éstas deciden enviar a Grace a Francia, donde se encontraba la sede de la congregación. Será aquí donde la joven escocesa recibirá la instrucción en las maneras y costumbres de la aristocracia francesa del siglo XVIII y donde se convertirá en una dama de gran elegancia y sofisticación.
En 1771, Grace regresa a Edimburgo, donde pronto, gracias a sus portes galos, es considerada como una invitada indispensable en toda reunión de la alta sociedad escocesa que se precie. Será en una de estas fiestas y por intermediación de su padre donde conocerá a John Elliott, un médico de enorme fortuna pero mucho mayor que ella que, tras quedar prendado de Grace, le ofrecerá matrimonio casi de forma inmediata. El progenitor de Grace, ofuscado por el patrimonio del galeno, no duda en aceptar la propuesta de matrimonio.
La gran diferencia de edad entre los contrayentes y la nula atracción que Grace sentía por su marido, condenaron al matrimonio al fracaso temprano. Pocos meses después del enlace ya se escuchaban en las calles de Edimburgo rumores sobre supuestas escapadas románticas de la nueva señora de Elliott con sus incontables amantes. Finalmente, tras varios años de murmuraciones, el escándalo se destapa públicamente en 1774 cuando Grace decide abandonar la capital escocesa en compañía de su amante Arthur Annesley, Conde de Mountnorris y Vizconde de Valentia. John Elliott, abatido, decide entonces divorciarse de Grace. Tras un largo y conflictivo juicio, Grace logra liberarse del matrimonio a la que había sido obligada y, además, recibe de su ya exmarido doce mil libras, una cifra astronómica para la época.
Sin embargo, Grace tuvo que enfrentarse tras el divorcio al rechazo no solo de la sociedad escocesa, que veía en ella tan solo a una adúltera, sino igualmente de su familia, avergonzada por el escándalo de su affaire con Lord Valentia y el posterior divorcio de su marido. Grace, al borde de sufrir un colapso nervioso, se traslada a un convento en Francia en donde espera recuperar la paz perdida.
No tardará mucho en regresar a Gran Bretaña. Llegado a los oídos del Marqués de Cholmondeley (1749-1827) la atropellada partida de Grace, decide viajar a tierras galas y traer de vuelta a la bella escocesa. Lord Cholmondeley había sido uno de los múltiples amantes de Grace durante su infeliz matrimonio. Ambos se habían conocido en uno de los salones del mítico The Pantheon de Londres. Grace decide abandonar el retiro en Francia y comenzar una nueva vida en la capital inglesa junto a su admirador Lord Cholmondeley.
Una vez instalada en la capital del Támesis, Grace se introduce en el fascinante mundo de la sociedad londinense, donde no solo se mueven profesionales exitosos, sino igualmente aristócratas y príncipes. Extasiada por el lujo y la frivolidad de la sociedad capitalina, Grace pronto comienza a galantear con no pocos hombres. Con uno de ellos, nada menos que el Príncipe de Galés —quien posteriormente se convertiría en Jorge IV del Reino Unido (1762-1830)— comienza una apasionada relación en 1782. Ese mismo año Grace da a luz a una niña, Georgina Federica Augusta Elliott, que según su madre es hija del Heredero inglés. Éste, después de que la noticia hubiera trascendido a los medios, la reconoce, aunque siempre dudó —la niña era de tez muy oscura a diferencia de los de la Casa de Hannover— de su paternidad. Actualmente los historiadores apuntarían como probable padre al propio Lord Cholmondeley, quien siempre la protegió como un padre, al baronet Charles William Wyndham o al político George Selwyn.
En cualquiera de los casos, Grace mantuvo una relación amistosa con el Príncipe de Gales quien en 1784 le presentaría a Luis Felipe II, Duque de Orleans (1747-1793). La escocesa se enamoraría rápidamente del Duque quien, igualmente prendado, le pediría marcharse con él a París. En 1786 Grace se instala en la capital francesa y permanece allí durante todo el periodo revolucionario, no sin riesgo para su vida. El Duque tomó partido por los amotinados y fue conocido como “Felipe Igualdad”, mientras que Grace apoyó la Monarquía hasta el punto de realizar misiones secretas a su favor. Así, por ejemplo, Grace dio refugio al Marqués de Champcenetz cuando los jacobinos le buscaban para ajusticiarle. Pese a sus diferencias ideológicas, Grace y el Duque mantuvieron su historia de amor y cuando en 1793 el Duque de Orleans fue llevado a la guillotina después de ser acusado de estar moviendo los hilos a favor de su hijo, el futuro Luis Felipe I de Francia (1773-1850), Grace quedó destrozada.
Precisamente su relación con el Duque, así como su filia por el realismo, condujeron a Grace Elliott a prisión desde diciembre de 1793 a octubre de 1794. En las cárceles por las que pasó —un total de cuatro— sería donde Grace Elliott escribiría sus memorias sobre sus años en la Francia más convulsa. Si bien muchas de las damas que se movían en los mismos círculos de Grace fueron ejecutadas, la escocesa consiguió escapar de la muerte al llegar a su fin el llamado Reino del Terror antes de que se llevara a cabo su juicio.
En sus últimos años, Grace vivió una vida acomodada en las afueras de París, concretamente en Ville-d’Avray. La leyenda afirma que llegó a mantener un romance con Napoleón Bonaparte, si bien no existen evidencias a este respecto. En 1823 con aproximadamente setenta años, Grace Elliott fallecía. Sus restos descansan en el cementerio parisino de Père Lachaise. Su vida fue llevada a la pantalla grande por el director francés Éric Rohmer en 2001 en la película titulada La inglesa y el duque.