Ernesto de Hannover ha vuelto a la vida pública. Desde que él y Carolina de Mónaco comenzaron a hacer vidas separadas, hace ahora ya cinco años, el Príncipe cambió las acostumbradas citas de la realeza en las que solía prodigarse por una existencia anónima bajo el sol de Ibiza. Abandonó la Corte monegasca, delegó en su hijo mayor la administración de sus muchas posesiones por todo el mundo, cerró su agenda social a rebosar de bailes y galas... Y nunca más se le volvió a ver ni de cerca en entornos palaciegos, hasta anoche.
Ernesto Augusto de Hannover, descendiente de la importante casa principesca de origen alemán que hace 300 años ascendió al trono británico, aspirante a la Corona inglesa en un simbólico -eso sí- 445º puesto en la línea de sucesión y emparentado con la reina Sofía y con sus hermanos, de quienes es primo, no aceptó una invitación cualquiera.
De fiesta en fiesta
La inesperada reaparición del Príncipe se ha producido en un especial acontecimiento familiar y de gran brillo como ha sido la fiesta por las bodas de oro de Constantino y Ana María de Grecia, que reunió anoche en Atenas a cerca de 100 invitados de la realeza y de la aristocracia europea, así como representantes de la vida política, empresarial y cultural griega. Un brindis de glamour por los cincuenta años de amor de la pareja que tal vez marque tendencia en el carné de bailes del últimamente desaparecido Ernesto de Hannover. Por lo pronto al día siguiente se dio cita en la 181ª Oktoberfest de Munich, la fiesta de la cerveza, junto a Simona, la joven rumana con la que se le relaciona desde su separación.