La Duquesa de Cambridge ha superado todas las expectativas. Tres años después de su inolvidable Boda Real, no sólo cumple con nota su papel, sino que se ha erigido en una Princesa modelo para sus homólogas y para el mundo entero.
Desde el principio se le ha puesto el listón muy alto, tal vez porque cautivara a todos y nadie esperara poco de ella o tal vez porque su predecesora fuera la Princesa del pueblo y además Reina de corazones y se le exigiera un plus, pero lo cierto es que aún así las marcas se han quedado cortas en tiempo récord.
La duquesa Catherine nunca se ha conformado con cumplir y punto, siempre se ha esmerado en dar lo mejor. Cuando lo ha necesitado o cuando lo ha estimado oportuno, ya sea por obligación o por devoción, ha recurrido a la siempre recordada princesa Diana, tanto a sus estilismos como a su manera de hacer valer su título por todo el mundo. Con su simpatía, su naturalidad, su humanidad. Ejemplos sobran: en su compromiso, en su boda, en sus viajes oficiales...
Su poder de seducción alcanza cotas insospechadas en estos años de ausencia de la princesa Diana: su presencia revoluciona cualquier acto público, su cara vende hasta agotar existencias y su nombre es aval suficiente para promocionar cualquier producto en el mercado. Lo demostró el mismo día de su compromiso y sólo fue el principio. La Duquesa de Cambridge continúa dando una clase magistral de estilo tras otra desde entonces y, en consecuencia, siendo de las princesas más imitadas.
También la Duquesa de Cambridge ha cumplido con la misión de la maternidad. Su pequeño, el príncipe George, futuro Rey de Reino Unido, garantiza la continuidad de la corona y hace las delicias de todos como ha demostrado las últimas semanas con tan solo nueve meses en su primer viaje oficial a Nueva Zelanda y Australia. Es el gran apoyo del príncipe Guillermo y el puntal de la Corona británica. Una Princesa con todas las letras.