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Los bautizos reales entremezclan pompa y boato con momentos genuinamente familiares. Entre antigüedades y filigranas palaciegas y junto a ilustres invitados y padrinos, las Familia Reales celebran las ceremonias, en algunos casos públicas y en otros privadas, respetando por supuesto la tradición, encumbrando naturalmente los momentos solemnes del ritual, pero también descubriendo al mundo que la ternura y la emoción no están reñidas con el protocolo.
Sobran los ejemplos. Las gracietas de la infanta Leonor, que hicieron las delicias de todos en el bautizo de la pequeña de los Príncipes de Asturias, la infanta Sofía; la naturalidad de Federico y Mary de Dinamarca –las lágrimas de él y los continuos mimos de ella a su pequeño- en el bautizo de su hijo mayor, el príncipe Christian, que les mostraba tan solo como unos padres orgullosos, si bien la majestuosidad de la ceremonia y la comitiva real revelaban su verdadera condición; la omnipresente sonrisa de Máxima de Holanda, que tranquilizó a las niñas en el momento de recibir las aguas bautismales, y la ternura de la princesa Diana, impensable desde un punto de vista protocolario, que calmó el llanto del entonces pequeño príncipe Guillermo con su dedo meñique creando escuela como luego se vio en la princesa Mary.
Los Duques de Cambridge se preparan para celebrar mañana en la intimidad el bautizo real de su hijo, el príncipe George de Cambridge, y mientras llega el esperado momento en hola.com recordamos algunas de esas ceremonias bautismales que demostraron en su momento que los bautizos reales están fuera de protocolo.