El diamante Beau Sancy abandonará sus aposentos reales y saldrá a subasta el 15 de mayo en la sede de Sotheby's en Ginebra. Reyes, reinas, príncipes y princesas lo han codiciado durante los últimos cuatro siglos, lo han usado para reforzar alianzas entre países y lo han empeñado para saldar deudas… La gema, de suprema importancia histórica, ha pasado por manos de varias familias reales europeas desde que Nicolas de Harlay, Lord de Sancy (de ahí viene su nombre), lo adquirió a mediados del siglo XVI en Constantinopla, hasta su actual propietario, Jorge Federico de Prusia, jefe de la Casa Real de Prusia.
La casa de subastas califica el Beau Sancy como "uno de los diamantes más importantes que jamás haya salido a subasta". Y es que más allá de la belleza de la piedra preciosa de 34,98 quilates, talla pera y un corte de doble rosa, radica su enorme valor, estimado entre el millón y medio y los tres millones de euros, en su pasado regio durante más de 400 años y en sus antiguos propietarios procedentes de las familias reales europeas de Francia, Países Bajos, Inglaterra y Prusia.
Enrique IV de Francia adquirió el diamante en 1604 como regalo para su esposa, María de Médici, quien lo lució en su corona el día de su coronación como reina de Francia en 1610. El rey fue asesinado al día siguiente de la ceremonia y, tras años de rivalidad entre María de Médici y su hijo el rey Luis XIII, finalmente la reina exilió. Escapó a Holanda y, para saldar sus deudas, se vendieron sus posesiones, entre ellas el preciado Beau Sancy, que fue adquirido por el príncipe Federico Enrique de Orange-Nassau. El diamante se usó ese mismo año como incentivo para ayudar a sellar la boda del hijo de Federico con María Estuardo, la hija del rey Carlos I de Inglaterra.
Tras la muerte de María Estuardo en 1660, el Beau Sancy se usó para saldar sus deudas, pero en 1677 la gema volvió al Tesoro de la Casa de Orange-Nassau tras la boda de Guillermo III con María II Estuardo. La pareja llegó al trono de Inglaterra en 1689 y el diamante entró en la colección de la reina de Inglaterra. Como la pareja no tuvo descendencia, la piedra volvió a Holanda. De ahí pasó a la monarquía prusiana en 1702, convirtiéndose en el principal ornamento de la nueva corona real de Prusia, pero su agitada historia no acaba ahí.
El diamante permaneció en Berlín después de que el último rey prusiano huyera al exilio en noviembre de 1918 tras la Primera Guerra Mundial y al final de la Segunda fue trasladado a una cripta de seguridad. Las tropas británicas hallaron la gema y la devolvieron al patrimonio de la Casa de Prusia, donde ha permanecido desde entonces.
Si bien cualquiera no podrá pujar por el histórico diamante, al menos sí podrá verlo en persona, ya que se expondrá por todo el mundo antes de salir a la venta el próximo 15 de mayo en Ginebra. Volverá a lucir después de que en los últimos 50 años se mostrara únicamente en cuatro ocasiones en las ciudades de Hong Kong (30 de marzo-2 de abril), Nueva York (14-16 de abril), Roma (19 de abril), París (24-25 de abril), Londres (27 y 29 de abril y 1 de mayo) y Zúrich (2-3 de mayo), antes de su exhibición y posterior subasta en Ginebra. ¿Qué destino le deparará?