A miles de kilómetros de Estocolmo, se encontraba la semana pasada la princesa Victoria, pero no su corazón. Éste no se había alejado de su prometido, Daniel Westling, y latía a su lado, pese a la distancia, durante la operación de trasplante de riñón a la que fue sometido y en su posterior recuperación. Agenda obliga, ya se sabe, por lo que la Heredera sueca no pudo acompañarle en persona como le hubiera gustado en este difícil trance y tuvo que echarse a tierras polares, Groenlandia, con Federico de Dinamarca y Haakon de Noruega, en un viaje de carácter científico.
Extrajo la espinita clavada por no haber podido estar en cuerpo y alma con Daniel durante su hospitalización, de vuelta en Estocolmo. Tras llegar el lunes de madrugada y dormir unas pocas horas, la princesa Victoria se acercó el martes por la mañana al Hospital Karolinska de la capital directa a ver a su novio. La pareja no se había visto desde hacía ocho días. La Princesa había volado el lunes de la semana pasada a Dinamarca invitada al 41º cumpleaños del príncipe Federico y de allí partió dos días después a la isla groenlandesa para aprender más sobre los efectos del cambio climático.
Una semana que ha sido una eternidad. Aunque la pareja habló por teléfono cada día, la princesa Victoria reconoció a su regreso que había sido "duro" seguir la convalecencia de su prometido a distancia. Con todo el hecho de que los padres de Daniel estuvieran con él había significado "mucho", tanto para ella como para el propio enfermo. De nuevo, juntos, lo peor ya ha pasado: "He extrañado mucho a Daniel. Ya recuperaremos el tiempo en casa".
Del hospital al trabajo
Horas después de visitar a su prometido, la princesa Victoria acudió ayer por la tarde al Konserthus de Estocolmo a entregar, como cada año, el premio Astrid Lindgren 2009 de literatura infantil a los representantes del Instituto Tamer para la Educación de la Comunidad, una organización palestina para fomentar la lectura entre jóvenes.
El Instituto Tamer recibió este galardón, uno de los más prestigiosos del mundo en literatura infantil, por la "persistencia, valentía y riqueza de ideas" con los que esta organización ha estimulado el gusto por la lectura de los niños y jóvenes palestinos, según señaló en su fallo el jurado. El premio Astrid Lindgren está dotado con unos 430.000 euros y reconoce desde 2003 a autores, ilustradores e iniciativas que inciten a la lectura siguiendo el espíritu de la célebre creadora de personajes como Pippi Calzaslargas.