Parece que Barack Obama está cumpliendo la promesa que le hizo a Michelle, su esposa, de mantener sus citas románticas y dedicarle tiempo a la familia a pesar de convertirse en el mandatario más poderoso del planeta. El Presidente de Estados Unidos ha disfrutado de un fin de semana íntimo y familiar, rodeado de las mujeres de su vida: su mujer y sus dos hijas, Malia y Sasha.
El bien merecido descanso comenzó el viernes cuando Barack decidió concederse uno de sus pequeños placeres favoritos. Acudió a una de sus hamburgueserías preferidas, al sureste de Washington y encargó un cuantioso pedido para llevar. No sólo compró su bocadillo sino que hizo lo mismo con algunos miembros más de su gabinete. La pasión de Obama por las hamburguesas quedó reflejada, de esta forma, en un documental que actualmente está grabando la cadena NBC sobre su vida cotidiana.
Pero el Presidente sabe combinar sus gustos más sencillos con otros más sofisticados. Al igual que es capaz de saborear una pieza de comida rápida, también puede organizar una cita romántica, sólo para dos, en algún exclusivo restaurante de Chicago, como hizo con su mujer el pasado Día de San Valentín.
Sin embargo, esta vez su destino estaba un poco más lejos. Concretamente, a 400 kilómetros de la Casa Blanca. El matrimonio Obama salía a media tarde de su residencia oficial para tomar un pequeño avión que los llevaría hasta la Gran Manzana. Allí disfrutaron de una cita de los más especial acudiendo a un espectáculo de Broadway.
Fiel a la cita con el fútbol
Aunque mucho antes de poner rumbo a Nueva York, los Obama aprovecharon la mañana del sábado para ejercer como los padrazos que son. Como ya es bastante habitual, Barack y Michelle acudieron al centro de recreo Palisades, próximo a la Casa Blanca, para presenciar un partido de fútbol en el que participaba su hija mayor, Malia, de 10 años, y celebraron con ilusión la victoria de su equipo.