Según las últimas encuestas, un 84 por ciento de los habitantes de este país es partidario de que las mujeres puedan heredar el trono, en contra de lo que establece la actual ley, que da ese derecho sólo a los varones. Fue, de hecho, el debate desatado en la sociedad nipona el que llevó a la puesta en marcha de un comité asesor cuyo dictamen, según la prensa japonesa, tiene todas las probabilidades de ser aceptado por el Gobierno.
El emperador de Japón, Akihito, de 71 años, tiene garantizada su sucesión en Naruhito, su primogénito. Sin embargo, Naruhito, de 44 años, y Masako, de 41, después de 12 años de matrimonio, no han podido tener un hijo varón.
Considerada en su momento, La Diana de Oriente, Masako no ha podido conseguir lo que según los cánones tradicionales es su prioritaria y casi única función: dar al trono del Crisantemo un heredero que garantice la continuidad de la familia real más antigua del mundo, pero probablemente marcará un nuevo hito en la historia de su país al haber conseguido, desde su silencio y su enfermedad, modernizar las costumbres de la Familia Real nipona.
La llegada de Masako a la Casa Imperial del Japón, con su inmenso currículum, y su dominio del mundo, supuso para 127 millones de japoneses el nacimiento de la esperanza de que un nuevo mundo arrasaría con las tradiciones milenarias. Respaldadas por la gran mayoría de sus conciudadanos y muy especialmente por las mujeres, Masako y su hija, Aiko, representan para un sector de la población muy amplio la posibilidad de alcanzar unos derechos que hasta ahora les han sido negados.