El nacimiento, en diciembre de 2001, de la princesa Aiko, única hija del príncipe heredero Naruhito y la princesa Masako, ha generado un intenso debate sobre si se debería cambiar la ley de la casa imperial para permitir que ella pueda reinar algún día.
La ley de la Casa Imperial, que fue promulgada en 1889 -sobrevivió a una revisión de la Constitución del País después de la II Guerra Mundial- y dictamina que solamente los varones pueden heredar el trono, será reformada probablemente en el plazo de un año.
De hecho, ha sido esta misma semana cuando, el jefe de la comisión, Hiroyuki Yoshikawa, ha hecho saber en una rueda de prensa que "después de una larga reflexión llegamos a un acuerdo para extender el derecho de sucesión imperial a las hijas y sus descendientes".
Reforma de la ley de Sucesión
Una decisión ante la que el primer ministro, Junichiro Koizumi, reaccionó de inmediato anunciando que la reforma de la ley de sucesión imperial de 1947 podría producirse en 2006 para dar a las mujeres de la familia imperial el derecho a ascender al trono.
Las modificaciones supondrían una gran revisión de la Constitución pacifista de 1947 impuesta por los estadounidenses al final de la Segunda Guerra Mundial, en la que la nación renuncia a la guerra y al uso de la fuerza para resolver disputas internacionales.
Los ciudadanos japoneses creen que ha llegado la hora de cambiar la Constitución porque, existiendo otros antecedentes históricos, no tiene sentido seguir manteniendo vigente la ley que prohíbe a la mujer acceder al trono.
Japón tuvo su última emperatriz reinante -Go-Sakuramachi reinó entre 1762 a 1770- hace casi 200 años y un total de 10 mujeres han ocupado el Trono del Crisantemo a lo largo de sus casi 1.500 años de historia. Sería, por tanto, una vuelta a la tradición, más que una revolución. El mítico ancestro del emperador Akihito es una figura femenina, la diosa Amaterasu Ornikami.