El Palacio Real amaneció decorado de margaritas y rosas. Muchos recordaron la boda de Haakon y Mette-Marit, pero los adornos florales estaban desplegados en todos los rincones de palacio en honor a la pequeña Ingrid Alexandra. Hoy era el día de su bautizo, y la pequeña se ha convertido en la gran protagonista de la jornada. Una protagonista que no ha parado de llorar, tal vez como señal de protesta por el revuelo ocasionado y el gran despliegue de medios que han querido captar la imagen más tierna de la nueva princesa real.
Numerosos curiosos se agolpaban en la puerta de palacio. El primero en llegar, a las 09.20 de la mañana, ha sido el padre de Mette-Marit, Sven O. Hoiby. Para él, esta celebración es doble: no sólo se bautiza a la pequeña sino que, además, se trata de la primera vez que abuelo y nieta se reúnen.
La serena belleza de Mette-Marit
A las diez en punto, tal como estaba previsto, el príncipe heredero de Noruega, Haakon, y su esposa, Mette-Marit, llegaron a la puerta de palacio, acompañados por sus hijos, Marius e Ingrid-Alexandra. Mette-Marit, con un ligero abrigo rosa sobre el vestido y un atrevido tocado, y el príncipe Haakon, vestido con su uniforme de gala, saludaron durante unos minutos a todos los niños reunidos a la entrada del palacio. Inmediatamente detrás de ellos, compartiendo coche, llegaron la princesa [Victoria de Suecia] con la madre de [Mette-Marit], Marit Tjessem.
Un traje con historia
Una de las incógnitas mejor guardadas era qué traje llevaría la pequeña Ingrid Alexandra. Finalmente, acertaron aquellos que creían que la princesa iría vestida con el vestido con el que se bautizó el rey Olav en 1903.