Una fecha como hoy, un 22 de noviembre de hace 40 años, una bala cambió la historia. No sólo acabó con la vida de un hombre, John Fitzgerald Kennedy, acabó con los sueños de casi toda una generación, que vio como se apagaba una vela que iluminaba el camino del cambio.
Las conmemoraciones no se han hecho esperar, entre ellas un libro con fotos de la vida familiar de los Kennedy, algunas de las cuales nunca han sido vistas, instantáneas que nos ofrecen una imagen relajada del matrimonio, lejos de miradas inquisidoras. Según un diario británico, los negativos se encontraban en una caja de seguridad del World Trade Center de Nueva York, pero ni siquiera los tristes acontecimientos recientes pueden borrar el pasado.
La mañana se presumía lluviosa, pero al final no descargó y John F. Kennedy decidió que el coche que debía ser conducido por las calles de Dallas, Texas, fuera sin capota. El 35º presidente de EEUU ya había desestimado los consejos de sus asesores que veían a la conservadora ciudad tejana como un lugar poco dado a los cambios aperturistas de Kennedy. Él quería que todos tuvieran la oportunidad de verle, quería poder regalarles a todos su sonrisa, mostrarse como referente de una generación en busca de soluciones más allá de la guerra, pero una fría mañana congeló las esperanzas.
Era viernes, entorno al mediodía y el coche oficial, de un color negro premonitorio, avanzaba lentamente por una calle abarrotada de gente, cuando menos, curiosa por ver al máximo mandatario de su nación. John, sentado a la derecha como manda el protocolo, a su lado, su esposa, Jacqueline, cuya jovialidad destacaba por encima de todo, incluso por encima de su traje Chanel de color fucsia, en claro contraste con el traje oscuro de John, con el día gris y con la limusina de color funerario. La pareja ajena a la desgracia, saluda y sonríe, pero la alegría dejó paso a la incredulidad y esta al dolor, cuando una bala sesgó la vida de un hombre en el que había puestas tantas ilusiones.
Ahora 40 años después se sigue recordando un trágico hecho que conmocionó al mundo y sobre el que todavía hoy quedan muchas dudas. La Comisión Warren, creada por el sucesor de Kennedy, Lyndon Jonson, concluyó que el homicidio era obra de un solo hombre, Lee Harvey Oswald, quien fue a su vez asesinado al poco de ser detenido.