Ni blanco, que está reservado a las novias, ni negro, que trae mal agüero. La etiqueta del vestuario de fiesta en una boda tiene parte de protocolo, parte de mitología y superstición. Muchas de las normas tienen que ver con el momento del día en el que se celebra la boda: algo que choca de frente con las tendencias de fiesta, que no siempre respetan el protocolo a pies juntillas (especialmente con el auge de las bodas civiles en los últimos años), incorporando cada vez más creaciones de fantasía a las colecciones de verano e invierno.
Un ejemplo: las prendas más festivas que hemos encontrado en las colecciones para el próximo otoño-invierno 2014-2015 incorporan desde vestidos cóctel, que entran en conflicto con el vestido corto (no es lo mismo: uno incorpora pedrería o adornos, y el otro se queda en la gama de los colores lisos), a largos de noche con transparencias y escotes de vértigo, cortes crop-top que dejan parte del vientre al descubierto, binomios blanco y negro o incluso urban chic actualizado a la categoría de fiesta gracias a los acabados del tejido y los complementos.
El esmoquin también se cuela entre las tendencias de fiesta de la temporada: tuxedos femeninos casi siempre en negro azabache y con bordados de paillettes, y que requieren de un protocolo y etiqueta extraordinarios para poder llevarlos sin llamar innecesariamente la atención. Lo mismo sucede con los estampados, que tienden al barroquismo y al horror vacui de flores y prints étnicos y geométricos, bordados y pasamanería.
Los vestidos de fiesta en color blanco merecen un capítulo aparte: pocas novias aprobarían que una invitada luciese el blanco en su gran día, y, sin embargo, hay formas y formas de llevarlo en una boda, por ejemplo en un dos piezas con pantalón, o cubriendo el vestido con un blazer de color o un collar poderoso.
¿Sabes como 'dar esquinazo' el protocolo con las tendencias de temporada? Te lo contamos en la galería de imágenes.