Desánimo, fatiga, irritabilidad, dificultad para concentrarse en el trabajo y, sobre todo, un cansancio inusual que la persona afectada no se explica de dónde procede, pues es consciente de que la actividad realizada no ha sido para tanto… Probablemente todos hemos pasado por parecidas circunstancias. Una vez que el médico ha descartado la presencia de alguna enfermedad, pensamos que algo debe seguir fallando, porque persiste esa sensación de decaimiento generalizado.
Es éste un fenómeno que, por lo general, es habitual observarlo entre las mujeres en edad fértil, debido a las pérdidas de sangre que conlleva la menstruación, y también es especialmente frecuente durante los cambios estacionales, más notable en primavera y otoño. De hecho, una de cada tres personas experimenta abatimiento o cansancio inespecífico. También se suele atribuir, vaya o no asociado, a una carencia vitamínica y/o de hierro. Este último punto es especialmente importante, pues es un indicio de que nuestra dieta está desequilibrada o hay de por medio una alteración digestiva, estrés, etc.
El Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) recalca la importancia que tiene el hierro en el buen funcionamiento del organismo, y las nefastas consecuencias que acarrea su bajo consumo. El hierro permite que la hemoglobina –pigmento rojo de la sangre- cumpla correctamente su función aportando oxígeno a las células del cuerpo. De ahí que uno de los primeros síntomas de la carencia de hierro sea el cansancio.
EFECTO EN LAS JÓVENES
Las jóvenes que parecen gozar de buena salud, pueden ver, sin embargo, afectada su vida diaria por carencia de hierro, pues además de ver mermada su capacidad de concentración, disminuye también su rendimiento en los estudios. El doctor Mike Nelson, nutricionista en el King’s College de la Universidad de Londres, presentó hace ya algo más de una década, los resultados de un estudio sobre el Coeficiente de Inteligencia de las jóvenes británicas comparado con las que padecían anemia. La conclusión fue que las chicas con niveles adecuados de hierro presentaban en los exámenes unas calificaciones visiblemente superiores en varios puntos en relación a las jóvenes anémicas.
Del estudio se dedujo también que la falta de hierro venía motivada por una alimentación deficiente, carente de productos ricos en dicho mineral como son las carnes en general, pero en especial rojas, pescado, etc. Se observó de igual modo un serio riesgo añadido en las vegetarianas, cuyas reservas de hierro disminuyen inmediatamente y alarmantemente. El consejo final de este especialista inglés es que las mujeres y jóvenes que decidan ponerse a dieta y además sean vegetarianas, deben adoptar la precaución de consumir alimentos enriquecidos con hierro o incluso tomar algún complemento alimenticio. No en vano se ha demostrado cómo la carencia de hierro puede ser responsable de una disminución de la actividad cerebral, que afecta tanto a la memoria como a la capacidad de aprendizaje. Vigilar su ingesta en el adolescente o en el adulto va a rendir sus frutos tanto en el aula como en la oficina.
Dicho esto, cabe añadir que también deben tener un especial cuidado las mujeres embarazadas y los ancianos. En el primer caso, el feto cubre sus necesidades de hierro extrayéndolo de las reservas de la madre, sobre todo en los seis últimos meses de gestación. Este consumo adicional puede hacer disminuir el nivel de hierro de la madre hasta tal punto de poner en riesgo el crecimiento del cerebro del propio feto. También hay que vigilar a los niños menores de tres años, que a esa edad experimentan un crecimiento tan rápido que su organismo tiene dificultad para absorber y mantener el nivel apropiado de hierro que necesita.
En las personas ancianas es frecuente que su alimentación sea pobre en hierro, a lo que vendría a sumarse una incapacidad del aparato digestivo para absorber debidamente el mineral. Además, ya de por sí el hierro es un mineral de difícil absorción. “Sea cual sea la edad o el sexo de la persona”, subraya EUFIC, “una carencia de esta índole acaba por conducir a un descenso del umbral del dolor, a una interferencia en los mecanismos de control térmico, a una posible caída del pelo y a un descenso del sistema inmunológico, que hace que el cuerpo sea más vulnerable a las infecciones. En definitiva, son muchas las razones para vigilar nuestro consumo de hierro”.
ALIMENTACIÓN ADECUADA
La deficiencia de hierro puede corregirse y prevenirse mediante una dieta adecuada, incorporando alimentos ricos en este mineral. No obstante, es un nutriente difícil de obtener directamente de los alimentos, porque se encuentra en cantidades muy pequeñas y, además, no todo él es absorbible por el organismo, de ahí que en circunstancias de especial carencia haya que recurrir a complementos alimenticios o medicamentos. Conviene ingerirlos entre comidas, ya que su absorción se ve facilitada con el estómago vacío, y mejor aún si se acompañan de zumo de naranja, porque la vitamina C favorece la conservación del hierro e incrementa la absorción.
Está visto que uno de los alimentos más ricos en hierro es la carne roja magra; también lo encontramos en el pescado azul, mariscos, en los muslos y alas del pollo y del pavo; en ciertos tipos de frutas secas, semillas, pipas de girasol, nueces, pistachos, higos secos; en las verduras de hojas verdes oscuro como espinacas, judías, brócoli…, en los cereales enriquecidos con hierro para el desayuno; en ciertas frutas: albaricoques, dátiles, ciruelas, pasas…, nueces, habas, lentejas etc.
A TENER EN CUENTA
El organismo humano absorbe alrededor del 25 por ciento del hierro presente en la carne, el pescado y las aves. En cambio, si el hierro procede de cereales, verduras o frutas, la absorción es menor. Para aumentar dicha absorción, es recomendable incorporar en la dieta vitamina C procedente de cítricos, bayas, kiwis, etc.
LOS SÍNTOMAS
• Se siente un cansancio constante, inespecífico, sin que haya una enfermedad de por medio.
• Palidez desacostumbrada en la tez.
• Desánimo y desgana.
• Sensación inusual de “falta de aire” al hacer ejercicio o cualquier actividad física (subir escaleras, pasear…).
• Tener dificultad para concentrarse debidamente en cualquier actividad.
• Pelo y uñas quebradizas.
• Observar si estos síntomas se acentúan normalmente en los cambios de estación y durante la menstruación.
• Comprobar si en la dieta que se sigue los alimentos son ricos o pobres en hierro.
• Estos síntomas son también propios de la anemia, que sobreviene cuando hay carencia de hierro.
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