Julio Iglesias fue el encargado de poner la música al homenaje al diseñador Óscar de la Renta, que recibió la Medalla a la Excelencia por su liderazgo empresarial y sus actividades filantrópicas en un evento celebrado en el Carnegie Hall, en Nueva York. Hacía 25 años que nuestro artista más internacional no pisaba dicho escenario por lo que su regreso al mítico lugar estaba lleno de significado. "La primera vez que estuve aquí, hace 40 años, tenía 17", bromeó Iglesias, ante un público entre el que estaba por supuesto el modisto, Bill y Hillary Clinton y Carolina Herrera.
"Oscarito, vamos a explicarles por qué los latinos tenemos tantos hijos. La música nos hace acercarnos, amarnos en vertical", comentó con humor. A diferencia de otros artistas que llenan estadios con público hispanohablante, Julio Iglesias seduce desde hace décadas a un público políglota e internacional como él mismo, para cantar en español, gallego, francés, italiano e inglés en una misma noche.
"Mi padre era del norte y mi madre del sur, ese es el futuro. Y de futuro saben Mr. y Mrs Clinton", aseguró haciendo un gesto a quienes habían iniciado la primera ovación de la noche en cuanto se sentaron en sus asientos. El regreso musical de Julio Iglesias, que pasó por ese auditorio en 1975 y 1989, arrancó con un bolero clásico que "nació del alma", Amor, y el intérprete fue desgranando clásicos de todo tipo de género: el tango de A media luz, pop francés en Mamy Blue, la salsa cubana en Me siento de aquí o la balada épica italiana Caruso, en la que se dejó acompañar por el tenor Vittorio Grigolo.
Así quedaron filtradas por su vibrato canciones pop de los ochenta como I'm never gonna dance again, de George Michael, o clásicos de la chanson francesa, como Ne me quitte pas, del belga Jacques Brel, según Iglesias la mejor canción de la historia. Y siempre, siempre, con menciones a Óscar de la Renta, protagonista también de la cita, a quien llamo "hermano". "Nunca en la vida he conocido a alguien con la fuerza para luchar que él tiene", dijo, y no olvidó a su mujer, Annette de la Renta, a la que dedicó también aquello de "el amor no solo son palabras que se dicen al azar".
De la Renta, que había recibido la Medalla de la Excelencia de manos de Michael Bloomberg, también había "arrastrado" a su gran noche -que había empezado con una cena en el hotel Plaza- a sus amigas Carolina Herrera y Naty Abascal, reclamo que, junto al concierto, recaudó tres millones de dólares para apoyar los programas educativos y artísticos del Carnegie Hall, dado que era una velada con fin solidario.
"Julio es como un hermano para mí", dijo De la Renta, que comparte con el cantante su pasión por Miami, donde ambos llegaron a financiar juntos una terminal de aeropuerto. "Me siento increíblemente honrado de que se una a mí en el Carnegie Hall, un lugar con un alma extraordinaria que para mí tiene un sentido muy especial", añadió.
Y así, con este cruce de afectos entre dos figuras clave de la internacionalización del talento latino, Julio Iglesias tuvo que ir cerrando el recital y lo hizo con su gran éxito Me va y, finalmente, reversionando un standard tan cercano al público estadounidense como A mi manera.