Las cosas en el juicio de Michael Jackson se complican para el acusado, el doctor Conrad Murray. Pese a que el médico no ha subido al banquillo, ni está previsto que lo haga en los próximos días, se ha desvelado la declaración que prestó ante la policía poco después del trágico fallecimiento del cantante. Murray narró cómo Michael le pedía que le ayudara a descansar, a dormir, para estar en forma en los ensayos de su gira y cómo, ante semejantes súplicas, cedió y le suministró un poco de Propofol. Aseguró además que se ausentó durante unos minutos de la habitación de Jackson para ir al lavabo y que cuando llegó este no respiraba.
Sin embargo, el testimonio del médico que examinó a Michael tras su muerte, llamado Christopher Rogers, ha dado, en cierta medida, "al traste" con la versión que ha sostenido la defensa en todo este tiempo. Según los abogados de Murray, fue en este intervalo, cuando el doctor salió de la habitación, cuando Jackson habría aprovechado para tomar él mismo una dosis mayor del anestésico, lo que le acabó causando la muerte. Rogers dijo en el estrado que el cantante estaba “relativamente sano” cuando falleció y que el tiempo que calcula el doctor fue muy poco para que él mismo se administrara la sustancia. Añade además que en ese tiempo no es posible que hiciera el suficiente efecto para que Jackson dejara de respirar. “Habría sido fácil para el doctor calcular mal y darle demasiado Propofol” aseguró Rogers. Una impactante afirmación que coloca en una difícil situación al acusado.
En la sala se mostraron además algunas imágenes del cantante fallecido, instantáneas que provocaron el estupor y la pena entre algunos de los presentes. Su madre, por ejemplo, salió de la sala antes de que se mostraran. Tras los exámenes realizados, Rogers explicó que “estaba más sano que la media de personas de su edad”, ya que no tenía señales de colesterol por ejemplo. ¿Cambiará este testimonio la estrategia de los abogados de Murray? ¿Confiará el jurado en la opinión de este experto? Las preguntas continúan.