Mucho se ha hablado de los juguetes rotos de la fama, aquellos artistas con talento o con un éxito tan repentino que no han podido asumir lo que el fulminante ascenso a la cumbre conlleva. Britney Spears, Whitney Houston, Robbie Williams, Amy Winehouse, Michael Jackson y Antonio Vega son algunos de los ejemplos, aunque el más reciente lo tenemos en Escocia. Aunque no es una jovencita, el sueño de Susan Boyle siempre había sido cantar y, puesto que las ilusiones no tienen fecha de caducidad, lo consiguió.
Su participación en el programa Got Talent le abrió las puertas de la fama: ha grabado su primer disco con el que ha batido el récord de preventas en Internet y es además el LP de una debutante que más copias ha vendido en una semana en Gran Bretaña, nada menos que 410.000. Ahora se encuentra en plena gira para presentarlo y ha sido durante estos viajes cuando su comportamiento ha levantado algunas alarmas. Antes de su actuación en el Rockefeller Center de Nueva York, se la fotografió chupándose el dedo pulgar y llorando desconsolada.
Sus representantes aseguraron que estas extrañas reacciones se debían a la emoción por encontrarse con un público entregado, que no dejó de vitorearla durante su estancia en la Gran Manzana. Su vuelta a su casa de Blackburn, tampoco pasó desapercibida a la prensa, ante la que posó envuelta en una bandera de Escocia, mostrando una gran sonrisa.
Poco después de la final del concurso televisivo que la lanzó al estrellato, Susan ya tuvo que pasar unos días ingresada en una clínica psiquiátrica debido al cansancio y el estrés que le generó la expectación en torno a ella. “Sentí esa presión enorme sobre mí y sentí que me estaba ahogando” dijo sobre ese incidente. Añadió sin embargo: “Ya no soy la cría asustada que era”. ¿A qué se deben entonces sus lágrimas en Estados Unidos? ¿Cree que Susan Boyle es realmente feliz?