Es lo bueno que tiene recorrer medio mundo con tu música: conoces otras culturas, pruebas comidas distintas y visitas los edificios más emblemáticos y representativos. Madonna acabó sus conciertos en España el sábado en Zaragoza, pero no quiso marcharse de nuestro país tan pronto. Cuando recaló en Madrid, el jueves 23, no tuvo tiempo para mucho más que deleitar a su público en el estadio Vicente Calderón, ni siquiera pudo disfrutar de la oferta turística.
Por eso al bajar el telón en Aragón regresó a la capital para visitar una de las pinacotecas más importantes del mundo, el Museo del Prado, y de paso relajarse un poco antes de volver a coger un avión hacia Oslo, siguiente parada de su tour. Acompañada de su inseparable Jesús Luz, escondido igual que ella tras unas oscuras gafas de sol, y rodeada de un séquito de guardaespaldas, Madonna repasó la pintura europea de los últimos siglos y la escultura de la época grecorromana.
Una ocasión didáctica e interesante a partes iguales que no se quiso perder Lourdes Maria, la hija mayor de la artista. A la salida del museo, pudimos ver la cara más “castiza” de la diva, que se arropó con un enorme mantón de Manila rojo. Otra de las paradas más turísticas de Madonna en la capital fue el Palacio Real, por cuyas salas y patio paseó el grupo.
Y es que Madonna necesitaba un respiro puesto que su gira Sticky&Sweet está siendo bastante intensa: durante el montaje del escenario en Marsella, dos obreros fallecieron en un accidente que provocó la suspensión del recital y causó una gran conmoción a la artista, que mostró su apoyo a las familias. La próxima parada de Madonna es Oslo, donde cantará el martes 28 de julio.