Un refugio y un segundo hogar. Eso es lo que Amy Winehouse ha encontrado en la isla de Santa Lucía, en la que lleva instalada desde el mes de abril. A principios de año ya se escapó a este rincón del Caribe para evadirse de sus problemas matrimoniales (su marido pidió el divorcio) y recuperarse de sus adicciones. Tres meses después regresó a Londres, pero no permaneció allí mucho tiempo y en seguida hizo las maletas de nuevo. Sin embargo, parece que no ha recuperado la tranquilidad en sus playas, ya que la ruptura de su matrimonio ha marcado, según dicen sus allegados, esta etapa de su vida.
Es frecuente verla caminando por la arena con su guitarra al hombro, buscando quizá la inspiración para su nuevo trabajo e incluso se dice que su discográfica ha montado un estudio de grabación allí para ella. Sin embargo, sus problemas personales le habrían impedido centrarse en el que sería su tercer álbum y ha cancelado también varios de los conciertos en directo que tenía programados. En su momento se dijo que los últimos temas que ha había compuesto no habían gustado a su compañía, por lo que le habrían pedido que los rehiciera.
Una falta de ideas que estaría provocada una vez más por sus excesos. Si hace algunos meses su padre Mitch se confesaba orgulloso de la lucha de su hija para rehabilitarse de las drogas, ahora está preocupado. Parece que, aunque ha dejado de lado estas, bebe más de lo que debería lo que podría haber causado sus ingresos hospitalarios recientes. “Ahora, si es alcohol en lugar de drogas, no creo que pueda pasar por lo mismo otra vez. He decidido distanciarme y lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. Es su vida y su decisión. Siempre estaré aquí para ella” ha declarado Mitch, que ha viajado a la isla para estar con su hija.