"El sueño va sobre el tiempo flotando como un velero. Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño". Así sonaba el grito desgarrado de Camarón a través de las palabras de García Lorca. Y es que el tiempo ha sido el centro de cientos de proverbios, le han cantado desde los cinco rincones del mundo e incluso tiene su propia leyenda. Hemos oído que corre, que se resume en un instante e incluso que es oro… y nunca mejor dicho. A la hora de encerrar los minutos, los relojes se convierten en auténticos lienzos en blanco en manos de maestros artesanos que hacen de ellos verdaderas piezas de Alta Joyería. El lujo, la precisión y la estética confluyen en una obra que, como todo arte, perpetúa aquello que hay de eterno en el mundo.
Los relojes más románticos y elegantes llegan dispuestos a deslumbrarnos gracias a llamativas esferas esmaltadas que florecen entre los destellos del oro y las piedras preciosas. Engarfiadores, pintores de miniaturas, talladores y escultores aúnan sus esfuerzos para crear piezas de Alta Relojería que seducen a la mujer contemporánea. Es el caso de la colección Millenary de Audemars Piguet quien no duda encerrar un cielo estrellado en una caja de oro rosa o blanco, junto a ciento doce diamantes de talla brillante y un elegante brazalete de satén.
Así también, destaca la línea Attrape-moi… si tu m’aimes de la firma Chaumet y su reloj con correa azul de satín y esfera de oro rosa, que alberga una mariposa y dos amapolas talladas en madreperla blanca coloreada con esmalte y coronada con zafiros. Con Dior VIII, la relojería se funde con la Alta Costura en una elegante esfera de oro blanco, decorada con una marquetería de nácar, ornada con un borde amarillo y engastada con diamantes. Los rayos solares serán el motivo central de su esfera, coronada por una pulsera en piel de cocodrilo azul.
Lejos del lujo silencioso, la tendencia Arty se impone con fuerza a la hora de reflejar el exotismo de la naturaleza sobre esferas plagadas de vivísimos colores y un brillo sin parangón. De este modo, nos dejamos llevar por las hadas de Van Cleef & Arpels y su línea Poetic Compilations, entre la que destaca este reloj de oro rosa con diamantes y zafiros, correa verde esmeralda y charm en forma de mariposa. De cerca, Il Giardino Tropicale de Bvlgari presume de un minucioso trabajo sobre su esfera pintada a mano, en la que destaca un papagayo y motivos florales con diamantes de talla brillante engastados. No menos impactante es Les Heures Fabuloses de Cartier, en la que nenúfares y flores de loto tridimensionales conviven con burbujas de diamantes y peces.
La delicadeza estética y el brillo de piedras preciosas nos llaman desde lo alto de las vitrinas de los maestros relojeros, entre los que se encuentra Piaget. Su modelo Limelight Garden Party luce diez imperiosas esmeraldas de talla marquesa y 35 diamantes talla brillante, coronando una esfera engastada con setenta y seis diamantes. Por su parte, Chanel encadenará el tiempo con su reloj en oro blanco, ónice y diamantes. Mientras, Swarovski hará gala de opulencia fruto de su colaboración con la firma francesa Shourouk, de la cual nacerá esta creación versátil rematada con dos capas de cristal.
Las tradicionales firmas de relojería de manufactura reconocida, también han aderezado sus sobrias líneas históricas con elegantes guiños a la Alta Joyería. Es el caso del modelo Calatrava de Patek Philippe. Esta firma con más 175 años a sus espaldas, sorprende con una obra de arte que destaca por la pericia a la hora de crear tan llamativa esfera engastada.
Madreperlas y diamantes serán los protagonistas de Ladymatic, uno de los relojes más hipnóticos de Omega. Su imaginativo motivo central, así como sus exquisitas líneas hacen de él una pieza de culto. Por último, destacar el encuentro entre el savoir-faire y el arte relojero del Oyster Perpetual Datejust Special de Rolex. Una joya adornada con exclusivas esferas de nácar y oro, así como fascinantes motivos engastados con diamantes.
Doce piezas exquisitas como doce horas marcan sus manijas. Un excelso jardín de lujo y precisión dispuesto a marcarnos el paso a cada minuto, eso sí, de la forma más soberbia e imperiosa desde «el corazón del sueño.».