La Biblioteca George Peabody (Baltimore), coronada por un gigantesco atrio y suelo de mármol bicolor
©Matthew Petroff
Hoy, 24 de octubre, se celebra el Día Internacional de la Biblioteca. Quizá la fecha más indicada para sacar a relucir uno de los libros más recientes sobre la materia, compilado por el arquitecto e historiador James Campbell: bajo el título 'The Library: A World History', la obra, editada este mismo mes, colecciona las imágenes de las librerías y bibliotecas más bellas del mundo, en un tomo que combina el amor por la arquitectura con la pasión por los libros.
La Biblioteca del Palacio Nacional de Mafra, en Portugal, es famosa por combatir las infestaciones de insectos con murciélagos
© Jose Goncalves
La Biblioteca del Palacio Nacional de Mafra, en Portugal, es famosa por combatir las infestaciones de insectos con murciélagos
© Jose Goncalves
Con el libro como fondo, resulta fácil dejarse llevar en un viaje a través de la historia -al fin y al cabo, los tomos más antiguos y bien preservados de algunas de estas colecciones encierran miles de años de historia impresa-, comenzando a relatar la trayectoria de los libros por las diminutas bibliotecas de la antigua Sumeria (la famosa Biblioteca de Alejandría no se construiría hasta el siglo III a.C.), o las delicadas impresiones sobre papel encontradas en Corea del Sur, y finalizar con los diseños futuristas de la actualidad, donde los libros comienzan a ceder el paso a los últimos avances en comunicación multimedia.
La Biblioteca del Monasterio de Admont (Austria), contiene 1.400 manuscritos y 900 incunables
©Jorge Royan
Se exploran así los límites del concepto de la biblioteca tradicional, y cómo estos se han vuelto cada vez más elásticos con el paso de los siglos en función de los avances en tecnología, las formas de impresión y los nuevos diseños en arquitectura contemporánea, frente a las mastodónticas bibliotecas de períodos anteriores, con fantásticos ejemplos del Neoclásico, el Renacimiento o el Barroco.
La Biblioteca Joanina, en la Universidad de Coimbra, erigida en el siglo XVIII
©Taco Ekkel
Así, encontramos bibliotecas medievales, donde los legajos y manuscritos resultaban tan valiosos que se encadenaban a las mesas de lectura, y era necesario moverse de una a otra para poder disfrutarlos. El ejemplo más relevante de este sentido: la bellísima biblioteca monástica de Malatestiana de Cesena, en Italia, de acceso público, y que se terminaba de construir a mediados del siglo XV.
La Biblioteca Nacional de China, en Pekín, cuenta con más de 23 millones de volúmenes
©Getty
Este tipo de almacenamiento sería el paso previo a las estanterías tal y como las conocemos hoy, después de que los libros evolucionasen en su forma y tamaño, y comenzasen a ser almacenados verticalmente. El siguiente salto en la historia: los suntuosos edficios de los siglos XVII y XVIII, donde los sencillos espacios de lectura de los monasterios comienzan a convertirse en espectaculares salas de altísimos techos, mármol y estuco. Las más bellas: la Biblioteca Laurenciana, en Florencia, que se convertiría en uno de los primeros proyectos de Miguel Angel tras finalizar la Capilla Sixtina, o la Biblioteca de la Universidad de Coimbra, en Portugal, considerada como parte esencial del Patrimonio europeo.