La necesidad de tener unas gafas de sol de invierno y otras de verano no se reduce exclusivamente a cambiar el diseño de la gafa entre estaciones -que también-, si no, sobre todo, a la capacidad de la lente para adaptarse a la incidencia de los rayos del sol dependiendo de la temporada.
De este modo, mientras la gama de gafas de verano presenta unas lentes más oscuras, que bloquean los efectos del sol cuando está en su punto más alto, los modelos invernales reflejan los rayos de luz que inciden de manera horizontal, gracias en gran medida a las lentes refractantes y a los cristales menos ahumados, aptos para la luminosidad grisácea y los cambios de luz constantes propios de la estación.
En este sentido, el marco de la gafa también es importante: deberá ajustarse más al rostro, a fin de evitar las molestias del viento cuando se 'cuela' por el espacio entre la montura y la nariz y pómulos, bloqueando los rayos de sol bajos, así como los reflejos del mismo sobre la nieve o los charcos de agua.
Las tendencias de esta temporada: monturas de pasta texturizadas, con colores que van del burdeos o añil, hasta los marcos totalmente transparentes. Los modelos con monturas al aire apuestan por los cortes circulares y orgánicos, con lentes de espejo en varios colores, mientras que las clásicas gafas con forma de gota o aviador se quedan con los ahumados 'retro', inspirados en los looks de los años 70 y 80.