El 14 de septiembre de 1991 todo cambió radicalmente para Alejandra Forlán, de 37 años. Era una noche lluviosa y ella volvía de pasar una divertida noche en compañía de un grupo de amigos en el coche de su novio Gonzalo. Al tomar la rambla de Montevideo, capital de Uruguay, ciudad natal de Alejandra, el coche se descontroló, comenzó a hacer trompos sobre el pavimento mojado y terminó estrellándose contra una palmera.
La hermana del futbolista Diego Forlán y su novio no llevaban puesto el cinturón de seguridad y las consecuencias fueron trágicas. Gonzalo murió y, en ese mismo instante, Alejandra se dio cuenta de que tenía su cuerpo totalmente paralizado. Luego siguieron meses de hospitalización , en los que se debatió entre la vida y la muerte conectada a un respirador artificial. Logró salir adelante, rehabilitarse, hacerse amiga de la silla de ruedas –como le gusta decir a ella– y, con el tiempo, consiguió poner su experiencia y su energía al servicio de los otros, creando una Fundación que lleva su nombre y cuyo objetivo principal es erradicar los siniestros de tráfico en Uruguay y generar instancias de apoyo para las personas que los sufrieron. Alejandra ha concedido una entrevista a ¡HOLA! Argentina en la que ha recordado su fatal accidente y cómo logró afrontarlo.
–Este año, la Fundación Alejandra Forlán cumple dos años. ¿Cómo estás viviendo este momento?
–A veces parece que llevamos más tiempo trabajando en la fundación, porque son muchas las cosas que hemos logrado. Es una labor solidaria y conjunta que vale la pena: nuestros objetivos son la igualdad de derechos para las personas con discapacidad y la prevención y concienciación en los siniestros de tráfico. Lamentablemente, tener que trabajar en estos temas significa que mucha gente no termina de entender que se le puede ir la vida en una imprudencia. Y hablar de la igualdad de derechos implica reconocer que existe discriminación, ¿no? Siempre digo que yo sería completamente feliz si la fundación pudiera cerrarse algún día, porque eso significaría que habremos evolucionado como sociedad.
–¿Siempre fuiste consciente de la gran fortaleza interior que tenias para sobreponerte a momentos difíciles?
–Desde chica, tengo una gran fuerza interior que me hizo entender que la única salida posible a los problemas es mirar hacia adelante. Por eso, hasta a los momentos más trágicos de la vida trato de buscarles siempre el lado positivo. Creo también que cada uno en mi familia tuvo un rol fundamental para que yo pudiera salir. Sin dudas mi madre Pilar –como su nombre lo indica– fue y es el gran sostén de todos. Ella tiene una gran fortaleza y siempre nos transmitió la idea de que querer es poder. Obviamente, mi padre y mis hermanos también fueron un gran apoyo para mí. Cuando uno está rodeado de un grupo humano que vibra en la misma sintonía, todo se vuelve más fácil.
–Muchas veces dijiste: "Yo sabía que esto me iba a pasar"
–Creo que era mi angelito de la guarda que me estaba avisando. Pienso que el aturdimiento de la vida no siempre nos permite escucharlo. La semana anterior a que sufriera el accidente, me subí al auto de un amigo y le dije: “Ponte el cinturón de seguridad porque sé que voy a tener un accidente”. Me miró y me dijo: “Estás loca”. Y dos días antes, estaba en casa y me puse a llorar porque sabía que no iba a volver a ver a Gonzalo, mi novio. El 14 de septiembre, cuando tuvimos el accidente, ninguno de los dos llevábamos puesto el cinturón y Gonzalo murió en el acto.
–¿Qué recuerdos tienes del instante del accidente?
–Me acuerdo de que mientras el coche giraba sin parar, yo le pedía a Dios que me dejara quedarme aquí, que no me quería morir, que necesitaba volver a ver a mi familia para decirle que los quería mucho. Siempre fui muy cariñosa, pero sentía que tenía que decirles que los amaba. A veces tenemos que atravesar estos golpazos para revalorizar lo que tenemos. Nada es más importante en esta vida que disfrutar de lo que nos viene gratis: el amor, el sol, la lluvia, la naturaleza, una charla con amigos…
–¿Cómo fueron los siete meses que estuviste internada?
–Durísimos, pero también creo que fue el momento que necesité para atravesar todos mis duelos y así poder seguir con mi vida. Siempre les digo a mis amigos que a ellos les quedan muchos duelos por hacer a lo largo de este camino y que yo ya los hice todos y de una sola vez. Por más trágico y duro que sea lo que nos toque vivir, la vida es un constante aprendizaje para poder evolucionar como personas y no podemos desperdiciar esa oportunidad. Todos tenemos altibajos, tristezas y alegrías pero, sobre todo, son los malos momentos los que más nos fortalecen.
–¿Recuerdas cómo fue la primera vez que saliste a la calle en silla de ruedas?
–Al tiempo de haber dejado el sanatorio, estuve varios meses en Brasil rehabilitándome. Cuando volví a Montevideo, lo primero que quise hacer fue salir a pasear con mi silla de ruedas por el centro de la ciudad. Precisaba que todos me vieran. Hubo quienes se acercaron a saludarme, otros que sólo me vieron pasar y algunos otros que no se animaron a mirarme. Necesitaba blanquearles mi realidad: una nueva mujer en una silla de ruedas, ni más ni menos que eso.
–¿Es cierto que nunca lloraste delante de tu familia porque sentías que tu debilidad podía derrumbar a todos los demás?
–Yo necesitaba la fuerza de ellos, que estuvieran enteros… Si me veían mal, sentía que no íbamos a poder salir a adelante. Hubo muy pocas veces en que lloré, y por lo general lo hacía de noche. Mi padre, mi hermano Pablo y mi hermana Adriana se turnaban para dormir en la otra cama que había en la habitación para acompañarme y yo me ponía de costado, para que ellos no me vieran ni me escucharan, y dejaba que las lágrimas cayeran en silencio. La única ocasión en que no pude contener el llanto fue cuando vi la silla de ruedas por primera vez.
–¿Es cierto que tu hermano Diego se convirtió en uno de tus más fieles compañeros en la lucha contra la discriminación y la educación vial. ¿Cómo lo definirías?
–Diego tiene una generosidad pocas veces vista. Es una persona perseverante, disciplinada y, por sobre todas las cosas, muy humilde. Es un gran goleador de la vida, y creo que en eso nos parecemos mucho.
–¿Cómo te sienta que le nombren "el soltero más codiciado" o "uno de los futbolistas más lindos del mundo"?
–Me hace gracia porque para mí siempre va a ser mi hermanito menor. [Se ríe.] Ojalá algún día encuentre a su gran compañera de vida, que se puedan divertir, disfrutar mutuamente y tener unos hijos maravillosos.