Ser el presidente de Estados Unidos conlleva, entre otras cosas, tener un gran acceso a ese tipo de circunstancias de las que ni sabrías su existencia si no fuera por quien eres. Así mismo, puedes disponer de ciertas facilidades a la hora de, por ejemplo, querer decorar la nueva casa en la que pasarán algunos años, nada más y nada menos que en el 1600 de la Avenida de Pensilvania, la Casa Blanca.
Y es que los principales museos, galerías de arte y colecciones privadas de la ciudad, ponen a disposición de los que ocupen el cargo de presidente, la opción de decorar su casa con parte de las colecciones de arte que tienen almacenadas en los hangares de los museos de la ciudad. La única limitación que ponen dichas entidades es simplemente, que el cuadro elegido no esté expuesto ni esté previsto que se exponga, en ninguna exposición de arte o venta al público.
El secreto de la decoración en la Casa Blanca suele llevarlo a cabo la Primera Dama, y con el paso de los años hemos podido descubrir los gustos en arte de mujeres como Jackie Kennedy, quien se inclinaba claramente por Cézanne o Hillary Clinton, quien encontraba en Kandisky, el paisaje necesario para relajar las tensas tardes en el Despacho Oval.
Los nuevos inquilinos de la Casa Blanca han demostrado en cierto modo el cambio que representan allí por donde pasan, y no ha podido ser menos en la elección de las obras de arte que les acompañarán durante su estancia en Washington.
Michelle Obama ha querido darle un toque distinto a la residencia presidencial y ha centrado la temática en una elección multicultural que refleja las diversas raíces de la nueva América, que Obama representa a la perfección.
Un total de 47 obras de arte pasarán a formar parte de las paredes de la residencia y del Despacho Oval. Entre ellas, algunos clásicos de la pintura americana de Winslow Homer, un Degas y alguna pieza más conservadora de la pintura, aunque la mayoría de las obras elegidas, pertenecen a artistas contemporáneos y abstractos, entre ellos Mark Rothko y Jasper Jons. También han querido dar un hueco en sus paredes a artistas desconocidos e incluso piezas de artistas nativos americanos y afroamericanos.
Uno de los cuadros que más ha sorprendido es Black Like Me 2, obra del artista afroamericano Glenn Ligon. El cuadro, reproduce una escena del libro Black like me, que narra la historia de un chico blanco que se pintó de negro para encontrar trabajo en el sur, una zona muy racista en aquella época y donde los negros tenían más de una dificultad para encontrar trabajo.
Pero también han tenido hueco para cuadros modernos y actuales. El californiano Edgard Ruscha puede estar orgulloso de saber que su pintura I Think I´ll…, una alegoría a la indecisión que nos rodea diariamente, está colgado desde ayer en la casa más importante y famosa del globo.
Aunque no han faltado algunas voces críticas que piensan que tan sólo es la raíz afroamericana de los Obama lo que hace reconocer dicha elección de arte, ya que no hay cuadros de ningún hispano, en medio del auge de la cultura hispanoamericana en Estados Unidos.
Parece que el americanismo ha llegado a su auge en la Casa Blanca, que tendrá que convivir a partir de ahora con los colores vivos y eléctricos de las obras afroamericanas. Una elección nueva, distinta y que en cierto modo, representa el cambio que el matrimonio Obama pretende acentuar, en cada ocasión que se presenta útil.