La madre de Tutankamón
El contenido de la tumba KV 63, descubierta en el Valle de los Reyes a principios de 2000, sigue rodeada de misterio. La sombra de la reina Kiya, el "gran amor de Amenofis IV", planea por su interior entre vasijas funerarias y sarcófagos vacíos
La fiebre de la egiptomanía, que llegó a su esplendor con el descubrimiento de la tumba de Tutankamón (KV 62) en 1922 y la recuperación de un tesoro fabuloso que había permanecido intacto durante más de 3.300 años, ha vuelto al Valle de Los Reyes. Desde aquel día en que Howard Carter penetró en la cámara real de 'Tut' (nombre de pila Tutankamón), ningún arqueólogo podía presumir de haber excavado un "pozo" funerario intacto en el Valle de los Reyes, la gran necrópolis tebana de los faraones del Imperio Nuevo (dinastías XVIII, XIX y XX). Así que, cuando hace poco más de un año, el egiptólogo norteamericano Otto Schaden obtuvo por fin de las autoridades egipcias el permiso para analizar el interior de la cámara funeraria de la KV 63, descubierta por su colega el Dr. Nicholas Revees a principios de 2000, casi no podía creerlo: "Por su proximidad con el enterramiento de Tutankamón, apenas 20 metros, hay indicios que nos hacen sospechar que existe una clara relación entre las dos tumbas". La sombra de la reina madre Kiya planeaba en el ambiente.
La maldición del faraón
La momia de la segunda mujer de Amenofis IV, el faraón hereje, que suprimió de un plumazo el politeísmo para situarse en lo más alto del panteón egipcio como Akenatón: "[El] que agrada a Atón", podía estar cerca, pero el Dr. Schaden sabía que no había que dejarse llevar por el entusiasmo. El sólo recuerdo de la "maldición del faraón", nombre que se dio a la leyenda sobre la muerte misteriosa de los egiptólogos que habían "profanado" la tumba de Tutankamón, justificaba todas las precauciones sanitarias; pero el análisis de la atmósfera de la KV 63 descartó la existencia de un virus durmiente que pudiese poner en peligro la vida de los miembros del equipo. "Hasta la fecha, todos gozamos de excelente salud", bromea Otto Schaden cuando se le pregunta por la presunta "maldición". Una cosa es cierta: al egiptólogo no le tembló el pulso el 8 de febrero del pasado año, cuando penetró en la cámara funeraria en forma de "L" de la KV 63. El interior estaba lleno de escombros que ocultaban parcialmente hileras de vasijas de vino, instrumental de embalsamamiento, ajuares funerarios, restos de animales y comida... y siete sarcófagos con pinturas que los relacionaban estilísticamente con el reinado de Tutankamón.
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