Paloma Rocasolano regresó ayer noche a la casa de su hija, Erika, después de haber estado toda la tarde en el Instituto Anatómico Forense. Pasadas las ocho y media de la tarde, entraba directamente por la puerta del garaje ocupando el asiento del copiloto de un coche conducido por un familiar. Completamente vestida de negro, destrozada por el dolor ante el que con toda seguridad fue el día más difícil de su vida, tuvo fuerzas para entrar en la casa en la que su hija menor vivió los últimos años de su vida y en el que falleció trágicamente.
La madre de la Princesa de Asturias había estado toda la mañana en el piso de Valdebernardo. Se trasladó allí en cuanto, estando en su lugar de trabajo, en el Sindicato de Enfermería, le dieron la fatal noticia. En el piso, se encontró con su ex marido, Jesús Ortiz quien igualmente conoció el fallecimiento de su hija cuando estaba en su trabajo en la empresa Estudio de Comunicación. Los dos, juntos, estuvieron luego en el Instituto Anatómico Forense de Madrid donde se encargaron de organizar los trámites necesarios para el entierro y funeral.
Ya por la noche, después de un día que le gustaría no haber vivido, Paloma volvía al domicilio de su hija, tapándose la cara con sus manos intentando ocultar el rostro de una madre deshecha por el dolor de haber perdido tan inesperadamente a su hija de treinta y un años.