Anestesia: todo lo que necesitas saber si vas a entrar a quirófano
Aunque nos dé miedo, la anestesia es un procedimiento muy seguro llevado a cabo por profesionales médicos muy cualificados. Te desvelamos todas las incógnitas sobre esta técnica de la mano del doctor Alfonso Vidal, coordinador de anestesiología, reanimación y de la Unidad de Dolor del Hospital Quirón Sur.
La anestesia es un procedimiento por el cual impedimos la percepción y los efectos nocivos de una cirugía, un procedimiento médico o una exploración dolorosa o incómoda. Existen diferentes maneras de evitar que el paciente perciba el procedimiento que se va a realizar y, dependiendo de éste, así como del propio individuo, se administrará un tipo de anestesia u otro, pudiendo ser tópica, local, regional o general, según afecte a una pequeña parte del cuerpo o a todo él. Asimismo, también existen diferentes tipos de anestesia según sea necesario dormir o no al paciente.
Por ejemplo, si el paciente está nervioso o si se hay que realizar una intervención menor, se puede emplear una sedación superficial. La profunda se llevará a cabo cuando sea necesario que el paciente esté dormido, por ejemplo, cuando el tipo de procedimiento requiere que esté en la cama. Tras esta sedación será necesario un estímulo potente para despertarle.
La anestesia general se emplea para bloquear la conciencia y controlar las funciones cardiacas, respiratorias y paralizar los músculos, así como el sistema neurovegetativo que controla la tensión, la glucemia, etc. Se utiliza para cirugías mayores.
¿Cómo actúa la anestesia?
La anestesia interviene básicamente la función de un tipo de neuronas (las responsables de la conciencia, la percepción del dolor o del movimiento) tanto en el cerebro como en los nervios periféricos, disminuyendo o anulando temporalmente sus funciones.
Es un procedimiento seguro y administrado por profesionales muy cualificados por lo que no es común que existan complicaciones. Los problemas pueden producirse por administrar menos cantidad y que el paciente sufra mientras es operado,o de más y que la recuperación lleve más tiempo o necesite de instrumentos de soporte complementarios.
¿Qué nos dan para despertarnos?
Habitualmente, los fármacos que utilizamos para la anestesia son anestésicos de corta duración de forma continua, así que solo es necesario dejar de administrarlos para que el paciente se recupere. Sin embargo, también pueden emplearse antagonistas, fármacos que actúan en los mismos receptores que los anestésicos (por ejemplo, esas neuronas), desplazan al fármaco anestésico y que facilitan que éste deje de actuar para que el paciente se despierte.
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¿Puede ocurrir que sintamos lo que nos está sucediendo?
Desgraciadamente, todo es posible. Aunque la posibilidad de que sintamos todo lo que nos están haciendo y que no podamos comunicarnos es muy remota gracias a los nuevos monitores de profundidad anestésica que existen actualmente.
La anestesia total incluye pérdida de conciencia y sensibilidad, analgesia, bloqueo neurovegetativo amnesia y relajación muscular. Se podría producir uno de estos efectos con más intensidad que los otros y darse esa situación. Se denomina despertar intraoperatorio y puede ser malo si es involuntario o muy útil cuando se está realizando un tipo de cirugía con pacientes despiertos para asegurarnos que no se dañan partes críticas del cerebro.
¿Cuántas horas puede permanecer el cuerpo anestesiado?
Se podría estar indefinidamente anestesiado. La anestesia no solo se encarga de desconectar al paciente, sino de mantenerle en condiciones para reactivarse al finalizar la operación. Es cierto que cuanto más larga es la duración de la anestesia, más tiempo costará la recuperación. Sería como cuando dormimos mucho después de viajar en avión o estar de fiesta. A la hora de despertar, necesitaríamos más tiempo que si el sueño ha sido el normal de cada día.
¿Cómo expulsa nuestro organismo la anestesia?
La anestesia se metaboliza, se degrada en el organismo casi en su totalidad, de forma que no sale por ningún sitio. El hígado y el riñón degradan los fármacos que luego se eliminan por orina o heces igual que los alimentos o líquidos que tomamos por la boca o el ibuprofeno o el paracetamol. No se quedan para siempre en el cuerpo ni los eliminamos tal cual, sino que se descomponen y se eliminan práctica o totalmente inactivos, es decir, sin ningún mecanismo de acción.
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¿Produce algún daño al hígado o riñones?
A priori no. Como otros medicamentos se degradan a través del hígado o riñón y a dosis normales no producen daño. Ahora bien, si hay una sobredosis ésta sí puede ser peligrosa. Todo, en cantidades excesivas, daña nuestro organismo.
¿Hay algún límite de edad?
No. Lo que sí se hace siempre es evaluar conjuntamente el riesgo y el beneficio por si merece la pena asumirlo en cada circunstancia. Algunas veces, los pacientes presentan problemas que se pueden tratar sin cirugía. Quizá lo que ocurra es que no quieren ser intervenidos quirúrgicamente. Todo ello es algo que se debe valorar conjuntamente entre el paciente y el médico.
¿Para qué se realiza un preoperatorio?
La evaluación preoperatoria sirve para prevenir posibles riesgos conocidos o desconocidos. Sería algo así como hacer la revisión del coche antes de ponerte en carretera. Siguiendo con el ejemplo automovilístico, un coche nuevo prácticamente no necesita más que un vistazo y un coche viejo puede necesitar una revisión completa y un cambio considerable de líquidos o de otros elementos.
Los análisis que se piden tradicionalmente son un recuento celular con bioquímica, glucosa, creatinina, urea, etc, (para valorar el estado de los órganos vitales), la coagulación de la sangre, un electrocardiograma para ver el corazón y una radiografía de tórax. Últimamente, solo pedimos la radiografía en el caso de patología existente conocida cardiopulmonar. Y el electrocardiograma lo solicitamos en personas con patología cardíaca o mayores de 50 o 60 años. Aunque puede variar entre hospitales.
Respecto a la analítica, se pide a todos los pacientes, desde niños hasta adultos. Aunque últimamente se está valorando la posibilidad de exceptuar a los pequeños si son intervenciones menores.
Quizá en un futuro lleguemos a una situación en la que el anestesiólogo valore al paciente y no se pida pruebas si son niños sanos y la intervención es menor.
¿Por qué debemos ir en ayunas?
Muchos fármacos pueden revolver el estómago y producir náuseas o vómitos. Si tenemos el estómago vacío, la incidencia de esas complicaciones es menor y, si aparecen, son menos importantes y menos peligrosas al no tener nada o casi nada que vomitar. Así se evita el riesgo de aspiración de vómitos por el pulmón, que puede ser muy grave.
Por la misma razón no podemos tomar tampoco agua. Ésta, aunque se absorbe más rápido, también permanece en el estómago y se mezcla con los ácidos gástricos.
¿Y las uñas? ¿Podemos llevarlas pintadas?
En quirófano valoramos el color de la piel y la circulación en todo el cuerpo, también en los dedos, lo que nos indica cómo funciona el organismo su temperatura y su circulación; además empleamos monitores de funciones vitales que se colocan en el dedo, y si se llevan las uñas pintadas se distorsiona la información que nos dan.
¿Por qué tenemos que llevar el pelo lavado antes de una operación?
A una operación se debe acudir aseado ya que en nuestra piel y cabello viven muchos gérmenes. Si abrimos una incisión, la barrera de la piel, que sirve de protección, quedaría abierta y podrían entrar microorganismos y producir una infección. Por eso se pide aseo. Si se opera el pie, no es relevante llevar la cabeza lavada. Por otro lado, el jabón no debe ser especial, basta el que utilizamos en casa. En quirófano se limpia la zona a operar con detergentes o antisépticos especiales.
Y sobre los pendientes, ¿debemos quitárnoslos también?
En quirófano se utiliza bisturí eléctrico que aprovecha la electricidad para cortar o coagular heridas. Si llevamos objetos metálicos en contacto con la piel, éstos se calientan y pueden producir quemaduras. Un pendiente o un piercing (metálico) producirían una quemadura en el sitio si se emplea bisturí eléctrico.
¿Qué otras consideraciones debemos tener en cuenta?
Debemos facilitar toda nuestra información clínica: si hemos tenido enfermedades, si tomamos medicamentos, si nos han operado antes, si somos propensos al frio, al calor, a los mareos, si tenemos alergias aunque no sean a medicamentos... Toda esta información puede ser relevante para evitar riesgos
¿Cuáles son las preguntas más extrañas que le han hecho?
Sobre todo las que tienen que ver con expulsar la anestesia. Por ejemplo, ¿tendré que meterme los dedos para provocar nauseas? También me han preguntado mucho sobre algunas situaciones que se dan en las películas, como la administración de algún medicamento que duerme de inmediato y sin sentir nada. Después, el individuo se despierta igualmente. Todo eso son licencias cinematográficas. La medicina es muy poderosa, pero no es magia y se necesita un proceso de administración y acción más progresivo para poder dormir a alguien. Sobre todo que permita la recuperación posterior.